Opinión
Silver cápsulas: El amor después de los 50
Hablar del amor sin abordarlo de forma poética, musical o literaria resulta inusual
29 de julio de 2025
Opinión.- Aquí estoy, como cada martes, hasta que Dios lo permita.

Hablar del amor sin abordarlo de forma poética, musical o literaria resulta inusual, así como también es inusual hablar de amor después de que nos hacemos adultos. 

Por eso, comenzaremos desde lo científico, debido a que quienes han trabajado este tema han iniciado los estudios del amor desde el cerebro. Lo que ocurre en una persona enamorada o entristecida por el desamor son cambios químicos y hormonales profundos en el proceso de amar. 

Por esa razón, te invito a darle un concepto racional al amor, con menos generosidad y más como realmente es: un instinto primitivo de supervivencia, una necesidad de fundirse en el otro para reproducirse.

Esa fuerza inexplicable también se ha observado en estudios realizados en mamíferos y aves, donde se pueden ver cortejos, bailes y lamidas. ¿Cómo explicamos esa conducta? Así como la necesidad de beber agua, ese instinto por aparearse provoca conductas violentas que han llevado al odio, la violencia y hasta la desesperación.

Se ha demostrado que el llanto de un bebé que es dejado en la cuna por la madre activa los mismos circuitos cerebrales que en un adulto que ha sentido desamor; son tan parecidas las conductas que de ahí surgen afirmaciones como: “Esa ruptura me hizo llorar como un bebé”.

Ahora, después de los 50 años, ¿cómo canalizamos el amor? ¿Y por qué nos gusta una persona en especial? Muchos estudios coinciden en que existen patrones genéticos que condicionan nuestra atracción hacia alguien que, por simple similitud, nos resulta atractivo. 

El cerebro le otorga valor a las simetrías; es decir, unos ojos y una mirada alineada, o una cara bonita, nos atraen (eso es lo que llamamos amor a primera vista). Otra teoría (Charles Baudelaire) explica que las personas frecuentemente se enamoran de aquellas que tienen cerca, siempre que sean interesantes o misteriosas y que exista un componente cultural y un contexto propicio.

 Él decía: “Amamos a las personas en la medida en que nos resulten extrañas”.
¿Te puedes enamorar a los 90 años con la misma intensidad que a los 20? Absolutamente sí. Lo que se ha descubierto y resulta más alentador es que, a medida que envejecemos, encontramos más felicidad. Para esto, los científicos describen dos razones fundamentales:

1ero: en uno de los hemisferios cerebrales acumulamos recuerdos, sensaciones y emociones y, con la edad, ese repositorio nos da la capacidad de crear similitudes (presente/pasado) que nos brindan felicidad.

2do: cuando el cerebro es impactado por un estímulo externo, como una mujer hermosa o un hombre atractivo, lo primero que hace es acudir a la memoria; si no encuentra nada parecido, ese descubrimiento puede transformarse en un sentimiento de amor.

En los hombres se activa con mayor fuerza una zona del cerebro asociada a los estímulos visuales (el lóbulo occipital); en las mujeres, en cambio, se activa un área que acciona la memoria y los recuerdos (el hipocampo).

La dopamina hace su trabajo ayudando a la motivación y al aprendizaje de estímulos novedosos, mientras que la norepinefrina aumenta la capacidad de recordar esos estímulos nuevos. Son las mismas zonas que se activan cuando se consumen opiáceos, de ahí el término “amor adictivo” (les recomiendo escuchar “Amor narcótico” de Chichi Peralta, 1997).

Así que ya no tienes excusas, sal y celebra el amor, como dice Santiago Cruz en “Mariposas en la panza”: “Para sentir, nunca es tarde”.
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VÍA Equipo de Redacción Notitarde
FUENTE Luis Antonio Yánez