Vincenzo Caruso: Del Nobel de la Paz al Nobel del Cinismo; el teatro de María Corina Machado
Dejó de ser un premio moral para convertirse en una parodia política
Opinión.- Donald Trump llevaba meses exigiendo públicamente el Premio Nobel de la Paz. Decía merecerlo “más que nadie”, convencido de que su firma en un papel equivalía a una tregua universal.
Y, en una jugada que ni él podría haber imaginado, el Comité decidió darle la espalda: no premiaron al magnate ególatra y narcisista que pedía el trofeo, sino a una “figura” que simboliza cualquier cosa menos la paz.
El galardón terminó en manos de María Corina Machado, y con eso el Nobel dejó de ser un premio moral para convertirse en una parodia política. No ganó el que lo pidió con soberbia, sino quien lo recibió con falsa propaganda.
Otorgar el Nobel a quien ha defendido sanciones, pedido invasión y celebrado presiones extranjeras sobre su propio país no es un gesto de reconciliación, sino una declaración de guerra simbólica.
O la paz ya no se mide por el diálogo o fue el Nobel otra jugada de Marco Rubio para destronar a Trump?
En mi lectura, Rubio vio en este premio una oportunidad para moverse en silencio contra su “antiguo” enemigo.
Mientras Trump exige cámaras, trofeos y titulares, Rubio trabaja desde las sombras construyendo su propio perfil presidencial.
Nada nuevo en Washington: el poder se mueve entre sonrisas diplomáticas y cuchillos políticos.
Y si el Nobel sirve para debilitar a Trump y fortalecer su imagen de “estadista conservador” ante la base republicana, tanto mejor para su ambición.
No sería la primera vez que alguien usa a Venezuela como trampolín político, ni la última vez que el Comité Nobel actúa como pieza en un juego de poder que nada tiene que ver con la paz.
Resulta grotesco que el mismo reconocimiento otorgado a quienes pusieron fin a guerras se entregue ahora a alguien que ha aplaudido la injerencia extranjera.
Se llama “Nobel de la Paz”, pero suena más a Nobel de la Hipocresía Global.
Mientras los pueblos latinoamericanos claman por unidad, el Comité legitima la idea de que la paz se logra con más sanciones, más presión, más castigo.
Esa no es la paz que salva, sino la que destruye en nombre de la pureza moral. Al premiar a María Corina Machado, el Comité Nobel no solo ha perdido credibilidad: ha confesado su derrota moral.
La paz ya no es un valor, sino una herramienta. Y lo que alguna vez fue el galardón más noble del mundo, hoy es apenas un espejo roto donde los poderosos se contemplan, convencidos de que su reflejo brilla.
El Nobel de la Paz ha muerto. Y en su tumba, escrita con letras doradas, solo se lee una palabra: hipocresía.
Trump lo perdió, sí. Pero no lo perdió ante una pacificadora: lo perdió ante la narrativa perfecta para Occidente …. o perfecta para Rubio ?
Por Vincenzo Caruso