Julie de Romero: El regalo más precioso
Así como lo es Jesucristo, el Espíritu Santo es un don, un regalo, es el sello de nuestra redención
Opinión.- Con estas líneas quiero honrar a la persona más maravillosa que existe sobre esta tierra, el regalo que descendió del cielo para toda la humanidad, el dulce, amoroso y poderoso Espíritu Santo de Dios.
Aunque muchos se refieren a él cuando conmemoran el pentecostés como un suceso del pasado, él está presente todos los días y vino para nunca dejarnos solos. Puedo decir, con toda seguridad, que estamos en la era del Espíritu Santo, su venida no fue casualidad, fue anunciada por el profeta Joel 2:28, trascurrieron 800 años hasta su entrada triunfal descrita en Hechos 2:17-21.
Fue Jesús mismo quien habilitó su llegada, un derramar poderoso sobre toda carne, abriendo un nuevo tiempo para toda la humanidad. El Espíritu Santo está en medio nuestro y trabaja cada día incansablemente para llevar a la humanidad al conocimiento pleno de la verdad de Dios, convencer a todos los hombres de la necesidad que tienen de un salvador y preparar a la iglesia para la gran venida de nuestro Señor Jesucristo.
Así como lo es Jesucristo, el Espíritu Santo es un don, un regalo, es el sello de nuestra redención, la garantía de que tenemos una rica herencia en Dios y la confirmación de que somos hijos de Dios.
Su obra es transformadora, solo Él puede cambiar una vida, un corazón, dar esperanza, mostrarnos cuán grande es el amor de Dios, revelarnos la verdadera dimensión del sacrificio de Jesucristo en la cruz, ayudarnos a nacer de nuevo como hijos amados de Dios, entregarnos una misión y capacitarnos para cumplirla. Su obra es maravillosa, sigue moviéndose y trasladando vidas de las tinieblas al reino de Jesucristo.
El Espíritu Santo es el gran avivador de la obra de Dios, el energizador de la iglesia, quien la guía y la reviste de poder. Para muchos es inentendible, porque intentan conocerlo desde el análisis y la razón, quieren confinarlo a un poder que pueda ser manipulado, se refieren a él como algo, una energía.
Esta perspectiva es humana, natural e incompatible con la naturaleza del Espíritu Santo, quien es todo poderoso, ilimitado, omnisciente, omnipresente, inmutable, tiene un plan soberano y se rige por propósitos divinos.
Por lo tanto, la obra del Espíritu Santo excede nuestro límite racional, solo puede ser discernido espiritualmente, constituyéndose en una fuente de sabiduría y poder de Dios.
Así como la obra de Jesucristo fue resistida por satanás, la obra del Espíritu Santo busca ser anulada, desvalorada, negada, desechada. El enemigo no puede hacer nada contra el Espíritu Santo, pero sí puede usar artimañas y engaños para que sea el mismo hombre quien deseche o niegue la obra del Espíritu Santo. Hch.19:2 “les dijo ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo”.
El enemigo quiere hacernos creer que se puede ser bueno sin la obra del Espíritu Santo en nuestro corazón, que construyamos una religión donde Dios es manipulado y donde hacemos cosas en nombre de Dios pero teniendo el control, que lo sustituyamos por otras experiencias, filosofías que nos hagan sentir que estamos creciendo y avanzando sin su obrar en nuestros corazones, sustituyendo la sabiduría divina por sabiduría humana, donde ya no hay arrepentimiento, ni pecado, que creamos que podemos servir a Dios sin cumplir fielmente su palabra, que se puede vivir una vida sin pecado sin la ayuda del Espíritu Santo, que lo podemos manipular, usar y desechar, que lo resistamos, evitando el proceso de transformación de nuestra vida oponiéndonos a la voluntad de Dios, haciéndonos creer que es pérdida de tiempo, que no da resultado, el enemigo vende la idea de que se pueden tener frutos sin siembra, sin cruz y sin humillación, el enemigo quiere que deshonremos, desobedezcamos y vivamos de espalda al Espíritu Santo.
Es hora de honrar y reconocer la obra maravillosa que realiza el Espíritu Santo, así como lo hicieron los 120 cuando esperaron en el aposento alto su llegada.
No hicieron nada hasta que Él llegara, no confiaron en sus habilidades, no compitieron por el liderazgo, esperaron a alguien que vendría a dirigirlos, prepararlos y guiarlos en la misión de extender el evangelio de Jesucristo. Lo reconocieron, le obedecieron y Él se convirtió en su guía, en su fuerza, su amigo, su consolador. Hasta el día de hoy se siente la acción de esos hombres y mujeres que, llenos del Espíritu Santo, cambiaron al mundo.
Esta era necesita una nueva ola, un nuevo fuego, un nuevo tiempo con el Espíritu Santo. ¡Bienvenido Espíritu Santo, toma el control!
Ap. Julio de Romero.
Apóstol de la Federación CCN en Valencia.
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