Opinión
Luis Eduardo Martínez: ¡No a la guerra!
Ninguna pretensión política ni codicia, ningún cálculo geoestratégico justifica la pérdida de vidas inocentes
6 de octubre de 2025
Opinión.- Venezuela se encuentra bajo ataque; estamos en guerra. Una guerra híbrida que si bien hoy es económica y mediática ya suma una veintena de asesinatos en el mar, único saldo de un grosero despliegue marítimo y aéreo en el Caribe.

Son más de diez años de asedio sobre nuestra economía desde la primera sanción impuesta por Estados Unidos -el 8 de marzo de 2015 con la Orden Ejecutiva 13692- y más de un mes de una embestida implacable que tiene a las redes como escenario para sembrar una narrativa criminal que busca justificar el escalamiento de un conflicto que atizan unos en procura de las inmensas riquezas nacionales y otros -los peores- por ambiciones bastardas de poder.

Todos debemos rechazar la posibilidad cierta que las agresiones actuales deriven a guerra abierta, todos estamos obligados a decirle no a la guerra, ¡NO A LA GUERRA!.

La guerra es el horror, es destrucción, muerte, dolor, es la negación misma de la humanidad. Es cadáveres desmembrados, viudas y huérfanos, ruina generalizada, desplazados por doquier, sufrimiento sin fin.

Ninguna pretensión política ni codicia, ningún cálculo geoestratégico justifica la pérdida de vidas inocentes. La guerra despoja al ser humano de su individualidad y lo convierte en número, en daño colateral, en estadística.

El soldado que combate, el civil que huye, el niño que llora por sus padres desaparecidos, son víctimas de una maquinaria que deshumaniza tanto al que mata como al que muere.

Cuando la guerra termina los sobrevivientes arrastran silencios imposibles, culpas, traumas y miedos que persisten por generaciones. Las guerras no solo destruyen ciudades, sino también las almas de los pueblos.

En el rostro de un combatiente, en la mirada de una madre que espera a su hijo desaparecido, se refleja la verdadera magnitud de una conflagración armada.

Recordando a Hemingway: “jamás nadie saldrá completamente entero de una guerra”. También a Hannah Arendt, quien a propósito acuñó la expresión “la banalidad del mal”. Con ella quiso mostrar cómo la violencia puede volverse rutinaria, burocrática, incluso “normal”, cuando los seres humanos dejan de pensar y de sentir empatía. Los horrores de la guerra no se producen solo por la maldad consciente, sino por la obediencia ciega, por la indiferencia, por el silencio de quienes prefieren mirar hacia otro lado.

La guerra a que dudar es la derrota absoluta del espíritu humano. Es el fracaso de la palabra, de la razón, del diálogo y de la compasión. Ninguna victoria militar puede borrar el llanto de los niños cuyos padres perecen en el conflicto.

La tragedia que es la guerra refuerza el afirmar que nada importa más que la paz que, por cierto, no es una simple ausencia de confrontación, sino una construcción permanente que exige justicia, educación, empatía y verdad.

“La paz es la única batalla que vale la pena librar” afirmó Albert Camus. 

Libremos a todo evento la batalla por la Paz de esta, nuestra querida nación. 
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VÍA Equipo de Redacción Notitarde
FUENTE Editoría de Notitarde