La cruz de León XIV: un mártir de la Guerra Civil en el pecho del Papa
Es un relicario viviente que une pasado y presente, que enlaza las persecuciones de ayer con la esperanza de hoy
Internacional.- Cuando León XIV apareció por primera vez al mundo desde el balcón central de San Pedro, sobre su pecho colgaba una cruz familiar para quienes lo conocieron como cardenal. Lo que pocos sabían es que esa cruz alberga diminutas reliquias: una de San Agustín, otra de Santa Mónica… y una tercera, del beato Anselmo Polanco, obispo mártir de Teruel.
La cruz de León XIV no es solo un adorno litúrgico: es un relicario viviente que une pasado y presente, que enlaza las persecuciones de ayer con la esperanza de hoy. Es también un mensaje poderoso, silencioso, a una Iglesia que sigue necesitando testigos dispuestos a darlo todo.
Anselmo Polanco, agustino como el propio León XIV, fue nombrado obispo de Teruel en 1935. En vísperas de la tragedia de la Guerra Civil, advertía a sus fieles que se acercaba un tiempo de decisión entre los defensores de la fe y los heraldos del marxismo. No huyó cuando tuvo ocasión. Permaneció con su pueblo durante el asedio republicano, fue capturado tras la caída del seminario y encarcelado. Lo llevaron de penal en penal —San Miguel de los Reyes, Barcelona—, hasta que, en la retirada final del Ejército Republicano hacia Francia, lo fusilaron en Pont de Molins, el 7 de febrero de 1939. Sus verdugos lo rociaron con gasolina y lo quemaron. Hoy reposa en la catedral de Teruel, y la Iglesia lo honra como mártir.
Que su intercesión acompañe a León XIV en su pontificado. Que su testimonio inspire a los fieles a redescubrir el coraje de la fe. Que su memoria sea un faro que nos recuerde que las cenizas de los mártires son siempre semilla de Santidad.