Esta contradicción no es accidental. Forma parte de una operación de Guerra de Quinta Generación diseñada para generar las condiciones de un quiebre interno sin asumir los costos políticos y militares de una intervención directa.
Descifrando la narrativa del "cartel de los soles"
La administración Trump ha operado un cambio narrativo fundamental: Venezuela ya no es presentada como un «gobierno autoritario» sino como un «cartel narcoterrorista». Esta reconfiguración semántica no es casual. Al caracterizar al gobierno venezolano como una organización criminal transnacional, Washington intenta eludir las implicaciones legales internacionales de un «cambio de régimen» tradicional.
La designación permite presentar cualquier acción militar no como una intervención contra un estado soberano, sino como una operación de aplicación de la ley contra una estructura criminal. Esta narrativa encuentra un vacío conceptual deliberado: el «Cartel de los Soles» carece de evidencia empírica sólida, funcionando más como construcción mediática que como realidad verificable.
Las contradicciones geográficas del combate antinarcóticos
El análisis geográfico del despliegue revela inconsistencias que desmontan la justificación oficial. Estados Unidos concentra su operación militar en el mar Caribe, descrito por analistas como "uno de los mares más vigilados del mundo", mientras ignora el océano Pacífico, por donde transita más del 90% del narcotráfico regional procedente de Colombia, México y Perú.
Esta contradicción se agudiza considerando que Venezuela ha sido reconocida internacionalmente como territorio libre de cultivos de cocaína, mientras Colombia mantiene su posición como principal productor mundial. La lógica antinarcóticos exigiría concentrar esfuerzos donde efectivamente se produce y transporta la droga, no en las aguas más monitoreadas del hemisferio.
La dimensión insuficiente: análisis militar
Desde una perspectiva estrictamente militar, el despliegue de 4,000 efectivos resulta inadecuado para operaciones de gran envergadura. Los precedentes históricos son ilustrativos: la invasión de Irak requirió 150,000 soldados durante años, Granada demandó proporciones significativamente mayores para un territorio incomparablemente menor.
Venezuela cuenta con una Fuerza Armada Nacional Bolivariana de aproximadamente 400,000 efectivos, sistemas de defensa antiaérea rusos S-400 y S-500, y una milicia nacional de más de 4 millones de personas. El despliegue actual carece de la masa crítica necesaria para neutralizar estas capacidades defensivas.
La estrategia del quiebre interno
La verdadera lógica del despliegue apunta hacia la generación de condiciones para un quiebre interno. La operación busca crear suficiente presión psicológica para fracturar sectores del establishment venezolano, particularmente dentro de las Fuerzas Armadas o el círculo gubernamental.
Esta estrategia se basa en el cálculo de que Venezuela presenta mayores vulnerabilidades internas tras el proceso electoral de 2024. Sin embargo, los datos empíricos contradicen esta evaluación. El más reciente Monitor País Hinterlaces revela que 78% de los venezolanos rechaza la narrativa de que "el presidente Maduro está más débil que nunca", mientras solo 12% coincide con esta percepción.
Esta cifra resulta demoledora para cualquier estrategia de quiebre interno que dependa de la percepción de debilidad gubernamental. Además, la respuesta unificada del sistema político venezolano, incluyendo sectores opositores que rechazaron públicamente cualquier intervención militar, evidencia una cohesión nacional que trasciende divisiones partidarias. Los datos sugieren que Washington podría estar operando con diagnósticos erróneos sobre la correlación de fuerzas interna venezolana.