Opinión
Vincenzo Caruso: La sombra ‘Realista’ que sobrevive: La herencia que no representa a Venezuela
El 98% del pueblo venezolano —la inmensa mayoría que vive, trabaja y construye dentro del país— rechaza de manera contundente cualquier amenaza militar, presión armada o tentativa de intervención extranjera
13 de noviembre de 2025
Opinión.- Este es un análisis psicológico-cultural sobre cómo ciertas estructuras mentales heredadas de la época colonial siguen influyendo en el comportamiento político de una minoría que no representa a Venezuela.

El 98% del pueblo venezolano —la inmensa mayoría que vive, trabaja y construye dentro del país— rechaza de manera contundente cualquier amenaza militar, presión armada o tentativa de intervención extranjera. No es una postura coyuntural: es un reflejo profundo de identidad, una convicción forjada en la historia de Venezuela, desde la independencia hasta hoy.

Ese consenso abrumador no es casual: para los venezolanos, la soberanía no es un concepto académico, sino una vivencia cotidiana. Es la afirmación de que nadie decide por nosotros, de que ningún poder externo puede dictar el destino nacional. Y es justamente ahí donde aparece el choque con una absurda minoría que mira hacia afuera con una facilidad que revela una tradición antigua.

Para comprender esa diferencia, no basta observar la política contemporánea. Hay que revisar la genealogía ideológica de ciertos sectores que, desde hace siglos, han sostenido una relación muy particular con el poder externo.

Un linaje formado para obedecer al de afuera.

En la historia venezolana existieron dos posturas marcadas durante la independencia:

  • La de los patriotas que afirmaron la República naciente.
  • Y la de los Realistas que defendieron sin ambigüedad al poder extranjero.
Es en este segundo grupo donde se encuentran apellidos como Machado, Zuloaga, Aristiguieta, Mijares: familias de la élite colonial que conservaron durante generaciones una visión política basada en la obediencia a la autoridad externa.

Estos apellidos aparecen documentados en archivos genealógicos y registros históricos auténticos de la Caracas colonial, lo que permite trazar con precisión la continuidad cultural de ese grupo social.

No es una explicación biológica —eso sería absurdo— sino cultural: una forma tradicional de mirar el mundo, de entender la autoridad y de situarse frente a la nación.

Mientras el pueblo venezolano rompió hace siglos con el dominio extranjero, ciertos sectores conservadores nunca terminaron de hacer esa ruptura en su imaginario político.

Dos maneras opuestas de entender la autoridad Para la inmensa mayoría de los venezolanos, la autoridad legítima nace en Venezuela, en su pueblo, en sus instituciones, en su identidad.

Es una visión hecha desde abajo, desde la historia común, desde la memoria colectiva de haber derrotado imperios y amenazas externas.

Pero esa pequeña minoría que tanto daño ha hecho al país, mantiene una lógica distinta, heredada de los Realistas: la idea de que la verdadera autoridad viene de afuera, de que lo extranjero es «mejor», «corrige», «ordena», «supervisa», mientras lo nacional es visto con desconfianza o desprecio.

Ese patrón de pensamiento no se improvisa. Es una continuidad cultural.

La reacción inmediata: mirar siempre hacia afuera Cuando ciertos actores políticos piden «intervención internacional», «mecanismos externos» o una «invasión extranjera», están expresando la misma estructura mental que impulsó a los Realistas de 1811 a defender al rey de España antes que a la patria.

No es novedad política: es el eco de una vieja forma de dependencia.

Una visión que:

  • no reconoce a Venezuela como autoridad plena,
  • no concibe que la soberanía pueda ejercerse desde el país,
  • mira al extranjero como fuente natural de poder,
  • y se siente más cómoda bajo la sombra de potencias externas que bajo el mandato popular.
Se trata de una continuidad histórica que contrasta frontalmente con la conciencia nacional del venezolano actual.

El choque con la Venezuela profunda

La verdadera Venezuela —la que trabaja, produce, vota, construye, resiste y vive dentro de su territorio— tiene memoria. Sabe que las invasiones traen destrucción. Sabe que las amenazas externas siempre han tenido intereses ajenos a la nación.

Sabe que solo el pueblo venezolano puede decidir sobre Venezuela.

Por eso el 98% rechaza cualquier agresión extranjera: es un reflejo de identidad, de dignidad y de soberanía.

Y por eso las voces que se inclinan con facilidad hacia intervenciones o tutelajes no representan al país: representan la supervivencia moderna del viejo pensamiento Realista, aquel que siempre confió más en el poder extranjero que en la fuerza de la nación.

La Venezuela Real terminó hace más de dos siglos su ruptura con el colonizador.

Construyó una identidad propia, una soberanía propia y una conciencia nacional que nadie puede borrar.

Los sectores que aún reaccionan desde la lógica colonial pueden hacer ruido, pero no hacen país.

Son el residuo de un modelo que ya no puede imponerse y que la historia venezolana dejó atrás con decisión y con sangre.

Por eso la nación hoy se mantiene firme: frente a cualquier amenaza externa, frente a cualquier presión, frente a cualquier intento de intervención, Venezuela responde con unidad. Porque la soberanía, para este pueblo, no es negociable. Es esencia.
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VÍA NT
FUENTE Editoría de Notitarde