Julie de Romero: Lo invariable y lo variable del reino
Nuestro Padre eterno y su Hijo Jesucristo son los grandes sembradores
Opinión.- Seguramente escuchaste acerca de la parábola del sembrador, la puedes leer en Mateo 13:33-23. Jesús está sentado en una barca frente a una multitud que oía su mensaje desde la orilla. Como era normal entre la multitud había todo tipo de personas. En este escenario les relata esta parábola, buscando de manera sencilla enseñar verdades eternas y pescar personas para el Reino de Dios. Así también hoy.
Un sembrador deja caer semillas en cuatro tipos de terrenos, con resultados totalmente diferentes. Podemos identificar elementos invariables y variables en esta parábola comparativa.
¿Dónde está lo invariable de la historia? Primero el sembrador que aparece en todos los escenarios haciendo su tarea. Nuestro Padre eterno y su Hijo Jesucristo son los grandes sembradores, el Padre sembró a su hijo en el mundo (Juan3:16), lo envió, lo comisionó como una semilla, pero Jesús también es un sembrador (Mateo 13:37) porque dio su vida para redimir a la humanidad del pecado y la muerte.
Aprendemos del sembrador que su tarea es trabajar, por eso Jesús dijo “mi padre trabaja y yo también trabajo” (Juan 5:17), la tarea del Padre y de su hijo es eterna e inmutable. Lo invariable del Reino es que Dios permanece fiel y sus promesas son eternas, nunca dejará de amarte, nunca se dormirá o se olvidará de ti, nunca te abandonará y cumplirá su propósito en ti. Lo invariable del Reino te da seguridad y paz.
La semilla también es invariable, ella es la palabra de Dios, permanece para siempre. ¿Qué aprendemos en esta parábola? Que para ser sembrada, entra por el oído, llega al corazón, donde busca hacer raíz. Dios da cosas de calidad porque crece cualquiera sea el terreno. Todos tienen las mismas oportunidades ya que la semilla cayó en todos los terrenos, aunque no todos responden igual a la semilla. También aprendemos que la semilla permanece fiel a su propósito el cual es producir frutos, pero será atacada, resistida, por elementos internos y externos. No siempre es celebrada, valorada o cuidada, finalmente y aun siendo la palabra de Dios puede ser inefectiva por descuido y desvaloración.
Lo variable del reino, es el corazón de las personas, los diferentes terrenos. Los del junto al camino, oyen, pero no la entienden porque sus corazones son insensibles, corazones duros. Son aquellos cuya conciencia esta cauterizada a causa del pecado, actúan y piensan continuamente en el mal, no hay tal cosa como arrepentimiento o temor de Dios. Inmediatamente llega la palabra a sus corazones, el mismo enemigo se las roba fácilmente, porque tiene acceso total.
Los de tierra pedregosa, describe a quienes están llenos de argumentos contra la palabra de Dios, son las piedras de tropiezo, no solo eso también tienen poca tierra, son poco profundos, superficiales, la palabra no puede echar raíces profundas, porque ella no es determinante para sus decisiones. Con sus acciones niegan la eficacia de la palabra de Dios, no invierten tiempo para que la palabra crezca. Son emocionalistas, su alegría es pasajera, cuando llegan las circunstancias diarias, demuestran que no creen firmemente y se van tras tendencias y filosofías huecas. Finalmente ellos mismos desechan la palabra de Dios porque nunca fue determinante, ni valiosa para sus vidas.
En la tierra espinosa, solo crecen árboles espinosos. La amargura, la envidia, los celos, el odio crece fácilmente y sin obstáculo, además crecen las preocupaciones de este mundo anti Dios, cómo agradar y escalar en el mundo, como tener y ser como el mundo es. También crece el engaño de las riquezas, un amor desmedido por el dinero capaz de hacer cualquier por tenerlo. Dice la parábola que ellos mismos atacan la palabra de Dios, la ahogan, dando idea de quién asesina violentamente, la prefieren muerta, porque su dinero, el poder y la gloria de este mundo se constituye en su Dios.
La cuarta tierra es la buena tierra, donde la palabra de Dios al ser oída es recibida en un corazón dispuesto a creerla, valorarla y cuidarla. Allí produce frutos al 100, al 60, al 30 por uno y se les concede el conocer los misterios del Reino de Dios, lo que no tiene precio. Si estás leyendo hoy, eres la buena tierra, Dios te ha escogido para llevar mucho fruto, no seas un oidor olvidadizo, que el Padre trabaje en tu corazón y su semilla crezca abundantemente en ti.
Ap. Julie de Romero.
Apóstol de la Federación C.C.N en Valencia.
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