Opinión
SINSECRETOSCB: La Sagrada Patria
Es sencillamente la patria la que nos convoca y recuerda nuestra misión
3 de septiembre de 2025
Opinión.- La permanente memoria. Ante los intentos de un irracional dictado foráneo que coloca, de manera insolente, toda una desproporcionada fuerza bélica en nuestro Mar Caribe teniendo como objetivo el venerado e insoslayable territorio patrio, resulta ineludible y obligatorio convocar la memoria para plasmar, en estas líneas, algunos inolvidables eventos que esbozan la esencia misma del venezolano, de ese heroico pueblo que nunca ha logrado ubicar las acepciones de capitulación o sometimiento ante la pretensión que se exhibe con el ropaje del codicioso imperio. En primer lugar se trata de esa estirpe de frases medulares que surgen de los labios de los hombres, simultáneamente, cuando se hallan en trance de redención y de epopeya. Es el testimonio general de los pueblos que, conjuntamente, sin linderos ni vanidades individuales, se dan a la tarea de escribir ilíadas u odiseas y, en ocasiones singulares, se encargan de redactar la Biblia, monumento perpetuo de los mejores anhelos y las más altas aspiraciones del perfeccionamiento humano. Es ese lenguaje sencillo y categórico, revestimiento de las grandes causas. Exactamente igual, en el contenido y en la forma, al que recurrió nuestro territorio, por los diversos caminos de la gesta, en boca de jefes y soldados, en quienes el principio de la jerarquía no fue obstáculo insalvable para la cabal expresión del congénito sentido igualitario del venezolano, ni actuó como factor debilitante de la comunidad de ideales, animadora de la obra de esos hombres en la época fecunda del alumbramiento republicano. Son los vocablos salidos desde Venezuela en larga e incesante peregrinación por gran parte de la superficie americana. Los mismos que flotaron en el cálido aire de la arenga. Los que subieron, como un pabellón súbitamente izado, por la recia garganta de los próceres. Los huéspedes de La Victoria, Niquitao, Pantano de Vargas. Los que sirvieron de fuerte acicate a la intrepidez del batallón sin nombre y en una memorable ocasión cobraron los contornos trepidantes del grito, en Vuelvan Caras, uno de los más lacónicos pero también de los más expresivos discursos del heroísmo, pronunciado sobre la briosa tarima de un caballo al galope por el verde e inmenso escenario de la llanura venezolana. Son las palabras de esta clase las dignas de obtener importancia en la hora de la defensa, evocación y del estímulo de toda una patria. Por otra parte, nadie puede pretender escribir algo superior, tan elocuente y tan original, como las páginas escritas durante los actos fundacionales de la nacionalidad. De allí partió, como manojo de rumbos abierto de repente, la totalidad de los esfuerzos redentores. Los del combate y los de la inteligencia. Desde la ejemplar imagen de Coto Paúl en función de prédica, hasta la insustituible piel de Negro Primero en plan realizador agonizante sobre el campo de Carabobo, dramático y concluyente ejecútese a la decisión irrevocable de nuestra independencia. Es el idéntico mensaje convertido en incuestionable mandato de tramontar el Páramo de Pisba, abrir el estrecho puente de Boyacá al tránsito interminable de la hazaña, llegar más lejos para alumbrar la prolongada noche con el solo fulgor de la titánica esgrima de Junín, hasta concluir en la orden castrense del descanso, con las armas a discreción y el paso victorioso de Ayacucho. Son esos los ejemplos y las actitudes merecedoras del toque de atención en las actuales coyunturas, donde se pretende socavar el indómito espíritu y alma de todo un pueblo que está infinitamente vinculado con su territorio. Es sencillamente la patria la que nos convoca y recuerda nuestra misión. Se advierte entonces una de esas situaciones cuando, abocadas las colectividades a la conquista de elevados destinos, no llega a distinguirse exactamente dónde termina el civil y comienza el soldado. Se pone de manifiesto igualmente uno de los rasgos característicos de nuestra idiosincrasia, consistente en el afán de proyectar hacia afuera, hacia el exterior, la férrea imagen del compromiso ante dificultades e inaceptables amenazas. Es así como se desarrolla ya no solo el concepto del ideal de cohesión interna, sino la enunciación de un ideal de mayor amplitud, fundamentado en los objetivos de la unificación continental palpitando en el sentimiento de los venezolanos. No descansaremos en el obligatorio ejercicio de repetir que una vez que fue definido el rostro fidedigno de una patria propia, independiente y soberana, hizo aparición la fuerza aglutinante de un ideal que a todos congrega y a todos unifica, borrador de límites entre credos y razas, en igualdad de importancia ayer dentro del teatro de las gestas guerreras y hoy porque a todos debemos una cuota importante de nuestra libertad e integridad territorial. Pero todos estos inolvidables hechos que constituyen un inalterable legado no se produjeron de manera espontánea, sorpresiva e improvisada, sino mediante la concurrencia de una dinámica social y un irreversible proceso que los motoriza y los concreta. Ante ello en la génesis de nuestra emancipación y en la actualidad es medular el aliento vital del pueblo capaz de comunicar sus inquietudes a la sensibilidad de cuadros dirigentes ejemplares hasta acometer la gigantesca empresa regida por ansias verdaderas de revolución. Pero el pretendido ultraje bélico en el Mar Caribe, la inadmisible amenaza de irrumpir el territorio nacional, agraviar el sagrado recinto de la patria es la reedición de la brusca aparición de los conquistadores. No son, en este caso, los adelantados en procura de reparticiones y encomiendas. No son los aventureros seducidos por la existencia ilusoria de El Dorado. Se trata, simplemente, de quienes llegan en pos de riquezas petroleras y enormes recursos naturales. No vienen con la cruz como esperanza de salvación ultraterrena. Se presentaron con el madero preparado de antemano para la rauda iniciación de un prolongado calvario nacional. Ya no somos los súbditos de España, pero pretenden convertirnos en subordinados de imperios económicos cercanos. El archivo de Indias, despojado oportunamente de la arbitraria atribución de redactarnos la historia, ha sido sustituido por los archivos y agendas de prepotentes metrópolis hemisféricas, cuyos Capitanes Generales exhiben ahora la flamante denominación de presidentes, secretarios de estado y embajadores. Vuelve, con mayor énfasis y fuerza, lo que es una verdadera proclama y consigna para esta inquebrantable patria, para este indoblegable pueblo. “La patria, amigos, es un acto perpetuo, como el perpetuo mundo. Nadie es la patria, pero todos lo somos. Arda en mi pecho y en el vuestro, incesante, ese límpido fuego misterioso”. Y esa es la verdad.

@CESARBURGUERA
@burgueracesar


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VÍA NT
FUENTE César Burguera