La lección del maestro: Día del trabajador
El hombre es o debe ser dueño y no esclavo del mundo.
Opinión.- El primero de mayo de 1.886, un puñado de obreros de Chicago USA, dio al mundo una lección de dignidad, aunque ellos no pudieron vivir para gozar los frutos de su lucha. Los “Mártires de Chicago”, reciben ahora el homenaje anual de casi todo el mundo.
El trabajo es lo más grande del ser humano. Gracias al trabajo, la humanidad ha progresado insospechadamente. El primer mandato que Dios le da al hombre: “Sean fecundos y multiplíquense. Llenen la tierra y sométanla” (Gn.1, 28). El gran papa Pablo VI, en una de sus mejores Encíclicas “Populorum progressio”. (El progreso de los pueblos), habla del trabajo como el motor que mueve la humanidad.
Desde el humilde trabajador del campo hasta el hombre del laboratorio o de oficina. Desde el obrero hasta el papa o el presidente de la República todos pasan por el trabajo.
Hay una poesía que, quizás, hayas aprendido de memoria en tu escuela, que dice: “Trabaja, joven sin cesar trabaja, la frente honrada que en sudor se moja, jamás ante otra frente se sonroja”. En esto se distingue el hombre de los demás seres de la creación; en la capacidad de someter, transformar y humanizar el mundo que lo rodea.
El hombre es o debe ser dueño y no esclavo del mundo.
Al final de este mundo, se nos hará preguntas: “Tú, ¿Qué has hecho? ¿Qué hiciste de tu vida?
Será la gran pregunta que DIOS hará a todos. Como dice el Evangelio, se nos ha dado a cada uno un tesoro, no para enterrarlo, sino para multiplicarlo.
Por Tulio Monsalve