Opinión
Arnaldo Rojas: La New Inquisición
En Estados Unidos, algunos estados parecen retomar prácticas medievales que limitan el desarrollo intelectual de los estudiantes
5 de enero de 2024
Opinión.- Entre los peores síntomas de una sociedad enferma se cuentan la intolerancia y la censura, que alcanzan niveles siniestros cuando se prohíben y se queman libros. Una práctica que se creía superada pero que, lamentablemente, renace en uno de los países que pretende ser modelo de democracia y libertad de expresión...

Hoy nos parece descabellado pensar que en el siglo XVI existía el Index librorum prohibitorum, una lista que incluía los textos prohibidos para los católicos, confeccionada por el Santo Oficio de la Inquisición. También por aquella época los libros debían ser examinados por los censores del tribunal católico para ser aprobados antes de ir a la imprenta. En el caso de encontrar ofensas al credo, los escritores podían ser condenados al exilio o quemados junto a sus textos por herejía.

Estos procedimientos parecen lejanos, pero en el silgo pasado encontramos dos tenebrosos ejemplos: la quema de libros en la Alemania Nazi (1933) y en la dictadura de Pinochet (Chile, 1973). En la actualidad, la censura sigue existiendo, aunque adopte formas novedosas, sobre todo en redes sociales. El caso más reciente y alarmante se presenta en Estados Unidos: tan sólo en 2023 se prohibieron 3 mil títulos en 41 estados y hubo 5.894 intentos de censura. La ola conservadora llegó a las aulas y bibliotecas escolares de distintos puntos del país.

Tristemente célebre es la Ley de Derechos Paternos en la Educación promulgada el 1º de julio del año pasado, por el gobernador de La Florida Ron DeSantis y aprobada por la Legislatura, que pretende evitar contenidos inapropiados en el aula y que condujo, por ejemplo, a la eliminación de las obras de Shakespeare del pensum de estudios por su “contenido inmoral”.

El estado de Texas también se ha sumado a esta iniciativa inquisidora, de manera que hace apenas una semana se anunció la prohibición de una gran cantidad de obras. El catálogo de autores afectados es variado e incluye a importantes referentes literarios como William Faulkner, Ernest Hemingway, Stephen King, Toni Morrison, Joyce Carol Oates, Isabel Allende y García Márquez, entre otros. En las listas aparecen libros recientemente adaptados al cine y la televisión como Juego de Tronos (George R.R. Martin), El cuento de la criada (Margaret Atwood), Dune (Frank Herbert) o 2001: Odisea del espacio (Arthur C. Clarke), pero también obras icónicas como Un mundo feliz (Aldous Huxley), El hombre invisible (Ralph Ellison) o Anna Karenina (León Tolstoi).

En las escuelas de La Florida y Texas se prohibieron 300 libros además de los 16 títulos de Stephen King, y otros 100 quedarán restringidos a ciertos niveles o requieren una autorización de los padres para ser leídos. El autor de Carrie escribió en su cuenta de X (Twitter) con ironía: “¿16 de mis libros? Debo estar haciendo algo bien”.

Afortunadamente, los estudiantes de las instituciones públicas respondieron con la creación del Club de Libros Prohibidos, un movimiento que defiende y habilita el acceso a aquellas obras que fueron censuradas. Es una especie de guerrilla literaria que ha puesto a circular un volante que dice: “Todo régimen, por muy totalitario que sea; todo censor, por muy vigilante que sea; y todo profesor, por muy limitado que sea, tendrá que capitular tarde o temprano ante la imaginación y la ocurrencia de los lectores”.

Esta situación nos recuerda la novela Farenheit 451 (1953) de Ray Bradbury, que narra un mundo futuro donde los bomberos se dedican a quemar libros por considerarlos nocivos para la mente humana. En el capitulo final, un grupo clandestino se reúne en un apartado bosque para memorizar grandes obras de la literatura universal y así preservar tan valioso legado. El autor ya presagiaba la lucha de resistencia contra La New Inquisición.

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VÍA NT
FUENTE Arnaldo Rojas