Antes de seguir, debemos aclarar que erróneamente algunos cronistas o historiadores la llaman “María Josefa”, lo cual no es cierto, porque este es el nombre de su madre y el correcto (Josefa Antonia) lo vemos claramente en su acta de bautismo en los libros correspondientes de la Parroquia de Nuestra Señora del Socorro años 1788 a 1798. Del mismo modo, en ningún documento de la época encontramos que se le llamara “La Zavaleta” como la mencionan más recientemente, por el contrario, su sobrenombre según documentos familiares a los que hemos tenido acceso y según el “Correo del Orinoco” era “La Chepita”.

En aquella Valencia colonial de 1789 la hija de los acaudalados blancos criollos Manuel Zavaleta y María Josefa Gedler veía la luz por primera vez. Apenas dos días después, el ocho de julio era bautizada y como caso curioso, no tuvo padrino sino solamente madrina, la señora Rosa Sandoval, apellido este que se verá vinculado a su ajetreado destino.

La joven se casa en Valencia en 1807 con el porteño Francisco de Paula Tinoco del Castillo y Agreda, quien sería capitán de artillería durante la guerra, del lado de los independentistas. Su vida debió transcurrir de la manera normal de cualquier madre de familia acaudalada, procreando dos hijos: Francisco, Gerónimo y María Teresa.

 
Pero durante el asedio a Puerto Cabello en septiembre de 1813 el capitán Tinoco es alcanzado por un cañonazo que le produce la muerte. Este hecho cambiará su vida. El boletín del Ejército Libertador señala:

“Francisco Tinoco, empeñó con la batería enemiga … un fuego vigoroso, y que por nuestra parte se sostuvo admirablemente. La audacia con que ha obrado este jefe ha aterrado sobremanera al enemigo, aunque ha sido desgraciada para él mismo, … fue derribado al pié de su cañón por una bala de grueso calibre, que le hizo morir” La viuda con sus hijos regresó a Valencia, donde años más tarde contrae segundas nupcias con el neogranadino Juan Manuel de Arrubla y Londoño, y es en Valencia donde inicia sus actividades a favor de la independencia, cuando se convierte en financista y conspiradora en un plan que pudo cambiar el desarrollo de la guerra: Matar al general Pablo Morillo, comandante general de las tropas realistas.

Un grupo de valencianos, encabezados por Chepita, el alcalde de la ciudad, Vicente Guevara, y otros importantes miembros de la ciudad tienen en las afueras de la ciudad, en Mucuraparo, cerca de Tocuyito, una partida de 200 hombres armados que están listos para caer sobre Morillo y su estado mayor y exterminarlos cuando el grueso del ejército esté fuera y la ciudad quede con una guarnición reducida. Pero el complot es descubierto y desarticulado.

 
Josefa, Vicente Guevara y varios valencianos son enjuiciados y condenados. El alcalde Guevara es fusilado junto a otros ocho implicados y Chepita es desterrada a una isla del Caribe.

Expatriada primero a una isla del Caribe, luego Josefa y su marido viajan a Bogotá. Allí la matrona no pierde oportunidad para apoyar a la causa de los patriotas, auxiliando a varios de ellos cuando fuera necesario. El sobrino del general Páez, Carmelo Fernández Páez, cuenta en sus memorias:

“…en Bogotá fui acometido por una grave disentería, de la que me salvé a favor de una asistencia esmerada que recibí en la caca de la Señora Josefa Zabaleta …viuda que fue del Tte. Cnel Tinoco…”

 
Josefa tiene serias desavenencias con Arrubla debido al carácter mujeriego de este, por lo que en 1827 decide regresar a Venezuela con sus hijos: Francisco de Paula, Teresa y Heraclia, quienes dejan ilustre descendencia.

Josefa Zavaleta murió durante la epidemia de cólera en Venezuela el 24 de octubre de 1855.