Opinión
Cita con la Historia: El reloj de la Catedral y el corsario
"En cada calle y cada esquina de nuestra ciudad hay una historia extraordinaria"
16 de febrero de 2023
Opinión.- En cada calle y cada esquina de nuestra ciudad hay una historia extraordinaria; la historia del primer reloj de la Catedral es una de ellas. Nuestro principal templo, al principio alguna choza de palmas, fue edificándose poco a poco, con el transcurrir de los siglos, y empezó a tener la forma que hoy conocemos en los tiempos de la independencia. Es en 1818, época del gobierno del general Pablo Morillo, cuando Valencia empieza a tener un aspecto de ciudad, con la construcción de su primer puente, un moderno cementerio, el empedrado de su primera calle e importantes mejoras en la Iglesia Matriz, hoy Catedral, que incluyeron una modificación de la fachada, una cúpula y reparaciones en la torre norte y la construcción de la torre sur, es decir, la de la esquina, donde habría de colocarse un reloj.
 
Ya finalizada la guerra, se instala en Valencia un curioso personaje: Charles Hopner, un norteamericano naturalizado, que años antes había sido “corsario” es decir, una especie de pirata autorizado por los gobiernos, en un tiempo de México y en otra oportunidad por el de Colombia, para que en el mar le hiciera la guerra a los buques españoles.

Hopner se casa con Luisa Páez, la hermana del Catire Páez y madre de Carmelo Fernández, el famoso pintor. Finalizado su tiempo como corsario decidió establecerse como hacendado, para lo cual en 1825 pactó un negocio con la Iglesia Matriz: Hopner daría un reloj por un valor de un mil pesos y recibiría de la iglesia un terreno en Macapo, cerca de Tinaquillo por un valor de quinientos pesos más quinientos pesos en efectivo.
 
Pero el negocio fue mal desde el principio: El reloj vino a llegar en 1828, pero a su arribo le dañaron una de sus piezas que hubo que encargarla a Estados Unidos y el repuesto no llegó sino dos años después. Se corrió el rumor de que el corsario, volviendo a sus mañas de bribón había traído un reloj usado, de poco valor, desmontado de otra iglesia y dañado y no nuevo como era lo convenido. La instalación del reloj se costeó por medio de una suscripción pública y por fin se inauguró el 8 de setiembre de 1831, día de la Natividad de Nuestra Señora la Virgen María, a las 3 de la tarde. Por primera vez en Valencia se escuchaba desde el edificio más alto de aquel pequeño pueblo cada hora y cada media hora sus campanas señalando el transcurso del tiempo.

Por otra parte, los terrenos cedidos a Hopner estaban ocupados por unos pisatarios que se negaban a abandonarlos. Hubo peleas en tribunales por las irregularidades en el negocio, hasta que un día, a mediados de la década de los años 30 del siglo XIX, cuando el ex corsario transitaba por los potreros de Macapo fue asaltado por una partida de campesinos que le dieron muerte.
 
El reloj de Hopner continuó dándole el tiempo a los valencianos por unos ochenta años, con sus naturales paradas para reparaciones, hasta que ya para 1909 ya no aguantaba más arreglos y fue sustituido por uno moderno adquirido por el ejecutivo del estado Carabobo.
 
Una vez desmontado, el viejo reloj fue trasladado a la Casa Páez, que por aquellos tiempos era un museo-biblioteca y allí estuvo para ser admirado por los visitantes, pero Juan Vicente Gómez designó como presidente del estado a uno de los más bárbaros de sus secuaces, su primo Santos Matute Gómez, quien eliminó el museo y convirtió la casa Páez en Cuartel de Policía y centro de torturas, donde fueron asesinados entre otros el prominente empresario Joaquín Mariño, tataranieto del prócer Santiago Mariño. Los objetos históricos del museo, entre ellos charreteras y botones de oro, armas de los próceres, documentos y el reloj de Hopner desaparecieron para no ser más nunca vistos.
 
Por Luis Heraclio Medina Canelón
M.C. de la Academia de Historia del Estado Carabobo

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VÍA NT
FUENTE Editoría de Notitarde