Célebres intentos de fuga, Al Capone y Hollywood: Cómo se construyó el mito de la “prisión maldita” de Alcatraz
El centro de reclusión también fue una reserva natural de pelícanos, de los que heredó el nombre
Internacional.- Fue la isla con el primer faro de la costa oeste estadounidense, construido a mediados del siglo XIX para guiar a los barcos en el Pacífico. Fue un fuerte con fines defensivos y un centenar de cañones listos para proteger a California de cualquier ataque marítimo.
También fue una reserva natural de pelícanos, de los que heredó el nombre. Pero la fama de Alcatraz se cimentó en los años en que esta isla frente a la bahía de San Francisco albergó una prisión federal de alta seguridad y fue hogar forzado de algunos de los gangsters más temidos de Estados Unidos.
Entre 1934 y 1963, “La Roca” (como se le llamaba) fue el centro de reclusión modelo al que se trasladaba a criminales considerados demasiado peligrosos para otras cárceles del continente, con el fin de enseñarles a comportarse tras las rejas.
En 1962 tuvo lugar su fuga más famosa: En parte porque de los tres reclusos nunca volvió a saberse, pero también porque, tras ella, el gobierno estadounidense ordenó el cierre de la prisión. Sin embargo, la leyenda construida alrededor de sus celdas continúa alimentándose de las narraciones orales y del cine de Hollywood.
Cinco claves para entender cómo la infame prisión llegó a convertirse en un famoso destino turístico:
Una prisión modelo
Ubicada en un islote árido y rocoso en el Pacífico Norte, la primera fortificación de Alcatraz fue construida alrededor de 1850 y usada como prisión militar. Las autoridades consideraban que su aislamiento era garantía suficiente para coartar cualquier intento de fuga: imposible llegar vivo a la costa, sin perecer a causa de las corrientes y las bajas temperaturas de las aguas. Hacia 1912, allí se levantaba el edificio de cemento reforzado más grande del mundo.
Pero fue en 1933 que Alcatraz selló su reputación como una cárcel diferente: se convirtió en “prisión de prisiones”, como la denominó la Oficina Penitenciaria Federal. ¿Qué significaba esto en la práctica? Que recibiría a la población carcelaria que resultaba demasiado indisciplinada para otros centros de detención en Estados Unidos.
Fue, además, un “modelo de prueba” para el sistema de custodia de 1x3 -un cuidador asignado por cada tres reclusos- que luego se extendería a otras prisiones federales. Su primer guardián fue James Johnston, quien consideraba la cárcel como un espacio de disciplina extrema, más que de rehabilitación y reinserción social de los condenados. Bajo su rigor, cada uno de ellos fue asignado a una celda individual: lejos de ser un lujo, el confinamiento solitario era un modo de evitar complots y confabulaciones.
La peor de las reglas en vigor, según se recoge de las experiencias de sus habitantes, era la de guardar extremo silencio: los reclusos sólo podían conversar durante los recreos de fin de semana. Y aquellos que mostraban mala conducta eran enviados al llamado “Agujero”, un espacio subterráneo en el que un castigado podía pasar semanas enteras.
Criminales temibles
Según la Oficina Federal de Prisiones (BOP, en inglés), la población carcelaria en Alcatraz se mantuvo siempre por debajo de la capacidad máxima del recinto. En promedio, albergó entre 260 y 275 prisioneros, apenas 1 % del total de reclusos a nivel federal. Pero fueron los personajes tras las rejas los que ayudaron a cimentar la leyenda: grandes nombres del crimen organizado en la era de la Gran Depresión.
El más conocido fue sin dudas Alphonse “Al” Capone, mafioso y contrabandista líder de una aceitada organización criminal con base en Chicago. Capone fue enviado a la isla californiana porque, según las autoridades, su reclusión previa en una cárcel de Atlanta no había bastado para que dejara de mover los hilos de sus actividades delincuenciales. Pasó allí poco más de cuatro años, hasta que fue diagnosticado con sífilis y trasladado a otro centro.
Grandes escapes, frustrados
Los arquitectos pensaron Alcatraz como una prisión inexpugnable, de cercas electrificadas, alambres de púa y torretas con custodios armados. Pero nada impidió que decenas de reclusos intentaran la huida: los registros oficiales dan cuenta de 14 intentos a lo largo de casi tres décadas, que involucraron a 36 personas. Según la BOP, 23 de ellos fueron recapturados, seis murieron de bala durante la fuga y otros dos, ahogados.
Pero otros cinco jamás fueron hallados: las autoridades los catalogan de “desaparecidos”, aunque los más escépticos sugieren que podrían haber tenido éxito en sus empresas.
La primera de las fugas orquestadas con osadía se registró en 1936, dos años después de la inauguración de “La Roca” como prisión federal, y fue un intento rústico y desesperado: un tal Joe Bowers decidió escalar la pared del presidio y fue baleado por los guardias al no acatar la orden de descender.
Otros más elaborados ocurrieron a mediados de los años 40. El de John Giles, en 1945, fue casi exitoso: con ropas militares robadas y documentos falsificados, logró abordar una embarcación militar y llegar al continente, pero a último momento las autoridades notaron que su uniforme era distinto al de los demás y procedieron a detenerlo.
En 1946 se frustró la huida más violenta en el historial del centro: en la llamada “batalla de Alcatraz”, seis reclusos consiguieron armas de fuego, mataron a dos vigilantes e hirieron a otros 18, pero no lograron escapar.
Los dos últimos intentos tuvieron lugar en 1962 y sellaron el final de Alcatraz como prisión, hace 50 años: primero, los reclusos Frank Morris, Clarence y John Anglin huyeron sin dejar rastros, salvo algunas pertenencias halladas en la cercana Angel Island, y fueron registrados en los informes como “presuntamente ahogados”; luego, John Scott y Darl Parker lograron vencer los barrotes y salir por una cocina en el subsuelo, aunque fueron interceptados en las aguas aledañas a la isla.
Imagen “hecha en Hollywood”
La representación de Alcatraz en el imaginario popular fue alimentada por las películas de Hollywood, no siempre fieles a los hechos recogidos por historiadores y documentalistas.
“Alcatraz no fue la ‘prisión maldita’ de Estados Unidos que muchos libros y películas retratan. De hecho, muchos prisioneros consideraban que las condiciones de vida, como el tener celdas individuales, eran superiores a las de otras prisiones federales”, señaló un portavoz de la BOP.
Una de las más recordadas es “Escape de Alcatraz” (1979), cinta protagonizada por Clint Eastwood y concentrada en el anteúltimo intento de fuga, el de Frank Morris y los hermanos Anglin. La película sugiere que tuvieron éxito en su empresa, aunque no existen evidencias de que hayan logrado nadar hasta la costa del continente.
En tanto, la fama del pajarero Stroud se construyó con la ayuda de un texto biográfico que luego fue llevado al cine como “La celda olvidada” en 1962, con Burt Lancaster en el papel principal.
“Asesinato en primer grado” (1995), por su parte, presentó al recluso Henri Theodore Young -interpretado por Kevin Bacon- como un huérfano solitario que cae en prisión por un delito menor. No obstante, los relatos de la época señalan que Young tenía muchos crímenes en su haber, al que luego agregó el asesinato de un compañero de celda.
La cárcel también fue el escenario de “La roca” (1996), un filme con Nicholas Cage y Sean Connery, y “El libro de Eli” (2010), con Denzel Washington. Otros productos culturales de menos impacto incluyen un videojuego que lleva el nombre del presidio, una serie de TV estrenada en 2012 pero cancelada tras su primera temporada, y una película en 2018.
La indignación indígena
Junto a los intentos de fuga, los costos operativos de Alcatraz forzaron su cierre en 1963: el Departamento de Justicia calculó que se necesitaba una inversión de US$5 millones para reparar las instalaciones erosionadas por el salitre, sumada al presupuesto de casi US$10 al día por cada prisionero, muy por encima del de otras penitenciarías.
Pero tras su clausura oficial, la isla no quedaría deshabitada por mucho tiempo: un grupo de activistas indígenas, reunidos en la organización “Aborígenes de todas las tribus”, tomó control del lugar y se propuso instalar una escuela y centro cultural. Se atribuían derechos históricos sobre el peñón, donde en el siglo XIX se había confinado a jefes tribales rebeldes al gobierno estadounidense.
Pero el proyecto estuvo marcado por las limitaciones económicas, en especial por los altos costos de hacer llegar provisiones y herramientas a la isla, por rencillas internas y un gran incendio de lo que quedaba de las instalaciones, que hicieron que el presidente Richard Nixon ordenara su desalojo en 1971.
En la actualidad es uno de los destinos más visitados desde San Francisco y recibe 1,2 millón de turistas al año, según el Servicio de Parques Nacionales. Es además el punto de partida del triatlón anual “Escape de Alcatraz”, en el que cientos de atletas prueban que, con el entrenamiento y el equipamiento apropiados, es posible salir de la temida isla y llegar entero a tierra firme. De hecho, la largada de la edición de este año está fijada para el 31 de mayo. Con el anuncio de Trump, Alcatraz volverá a tener su previo y famoso propósito.