La bielorrusa estaba ante la oportunidad de quitarse el sabor amargo de su temporada en majors, una donde siempre se quedó al borde de la gloria a manos de Madison Keys en Australia y Coco Gauff en París. Y tenía a su favor el aplomo de la experiencia, y pareciera que su energía encaja perfecto con la intensidad de Nueva York. Es su tercera final consecutiva en la ciudad que nunca duerme y tendrá toda la noche para festejar el cuarto Grand Slam de su carrera.
En la previa, Anisimova tenía con qué ilusionarse porque lideraba el historial por 6-3. La líder del ranking le ganó camino a su final en Roland Garros, pero la estadounidense se quedó con las semifinales en Wimbledon, para acceder a su primera final en un torneo major (fue derrota ante Iga Swiatek).
Desde el primer juego, Anisimova le mandó un mensaje claro a su rival: jugar con segundo saque es tentarla al winner. Finalmente, Sabalenka sostuvo, pero no faltarían nuevas chances de quebrarle. La misma agresividad que había sufrido Naomi Osaka en la semifinal.
Tempranamente, la Nº1 estaba 2-0 con el fantasma de Wimbledon sobrevolando el Arthur Ashe. Pero ahí es donde apareció la potencia de Anisimova, creándose su chance de quiebre y convirtiéndola con dos tiros ganadores inalcanzables. La local dejaba el pasado atrás y entraba en partido. A partir de ahí, ganó su tercer game consecutivo para pasar de un 0-2 a liderar el marcador por 3-2.
El primer set fue un intercambio de quiebres constantes, pero el decisivo se lo quedó Sabalenka en el 4-3. Con el saque a su favor y el marcador en 5-3, le sirvieron el parcial en bandeja y lo aprovechó.
El segundo set, la Nº1 del mundo consiguió un quiebre temprano en el 1-1, luego de dos puntos donde pasó de defensa al ataque de manera magistral. Si bien su ventaja duraría poco, tras un winner de revés paralelo de Anisimova que pondría el 3-3, la norteamericana volvió a conceder su servicio.