Cultura
Mar de letras: "... Y por eso me siento un ciudadano latinoamericano"
"Los latinoamericanos escriben —diría “escribimos", pero considero un sacrilegio involucrarme en un texto así— con estilos y formas diferentes, pero con cierto hermanamiento"
8 de abril de 2024
Cultura.- Hace algunos meses leía un libro de Cortázar que consistía en la transcripción de unas clases de literatura que el escritor argentino ofreció en la Universidad de California en Berkeley.

A pesar de no estar en la misma línea del autor de Rayuela, me sentía admirado por la fuerza de sus argumentos sobre un mundo diferente al de hoy en día, con otras necesidades y en otras circunstancias.

De ese propio mar de letras fascinante recuerdo una frase que confirmó algo que venía sospechando sobre mí mismo desde hacía un tiempo; Cortázar decía —sepan ustedes, lectores, perdonar mi mala memoria para citar— que la literatura en el resto del mundo habla, pero en Latinoamerica grita; muchas veces de dolor o pidiendo ayuda.

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En ese momento terminé de sumergirme en mi embelesamiento por los libros escritos en nuestro continente, por la sustancia de la que están impregnados y la profundidad de esos mensajes que van mucho más allá del simple entretenimiento.

Los latinoamericanos escriben —diría “escribimos", pero considero un sacrilegio involucrarme en un texto así— con estilos y formas diferentes, pero con cierto hermanamiento, porque hay algo que los une a todos: florecer en medio de la adversidad.

Este continente ha vivido una historia ardiente, pero incluso el fuego renovador necesita de algo de calma para terminar su trabajo, cosa que los latinos no conocemos.

Y la forma de revelarse ante esas llamaradas no es más que escribir; lo hicieron Borges, Rulfo, Asturias, Carpentier y Gallegos, lo hicieron también el propio Cortázar, Fuentes, García Márquez y Vargas Llosa, y lo harán todas las generaciones siguientes, hasta que la vida gane sentido y la literatura lo pierda.

Sin embargo, hay algo que lamento de todo esto y es el desprendimiento de tantas personas de mi generación (nacidos entre 1990 y 2005) con la identidad de nuestra región.

Reconocerse —y sobre todo sentirse— latinoamericano hoy en día es motivo de burlas. Para mis contemporáneos, el continente está roto y lamentablemente nos acostumbramos a desechar lo que se daña. Además, una creciente ola de xenofobia y la proliferación de movimientos ultranacionalistas (cosa que condenan casi todos los escritores racionales) nos ha llevado a acentuar nuestras diferencias y olvidar aquello que nos une.

Olvidamos el idioma, el calor humano y la historia precolombina; olvidamos la forma en la que nos hemos ayudado unos a otros cuando lo hemos necesitado, desde el momento en que aquellos señores con cruces y rosarios vinieron a “civilizarnos”; olvidamos cómo nuestros grandes autores decidieron dirigirse cartas y tejieron uno de los movimientos culturales más grandes de la historia.

Y sí, no hay nada más latino que la propia literatura, porque Gabo y Vargas Llosa se conocieron en Caracas, porque Carpentier vivió y escribió en Venezuela, porque Cien años de soledad se ideó en México y se publicó en Buenos Aires...

Yo no me siento lationamericanista en el sentido político, sino más bien un ciudadano latinoamericano en un contexto racional.

Reconozco los tantos errores de nuestra región, pero no puedo dejar de maravillarme con esa magia que inspiró a tantos maestros y, por supuesto, no puedo parar de soñar con aportar un granito de arena en nuestra propia reconstrucción.

Esto somos nosotros, esta es nuestra identidad.
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VÍA Ángel Torres
FUENTE Editoría de Notitarde