Así, en el marco de un experimento bebió alrededor de 38 litros de zumo de zanahoria en pocos días junto con suplementos concentrados de vitamina A. Al sobrecargar su sistema de forma masiva, desencadenó una hipervitaminosis A, lo que destruyó su hígado y le provocó una insuficiencia orgánica fatal.
El veredicto oficial de una investigación de 1974 fue contundente: "Muerte por adicción al jugo de zanahoria". Al examinar a Brown, su piel había adquirido un color amarillo anaranjado, un signo inequívoco de acumulación de caroteno. El pigmento de las zanahorias, normalmente inofensivo, había sobrepasado la capacidad de su organismo para procesarlo.
Los expertos médicos explicaron posteriormente que la vitamina A es liposoluble, lo que significa que el cuerpo la almacena en el hígado en lugar de eliminar el exceso. Una vez que el hígado alcanza su capacidad máxima, la vitamina se vuelve tóxica, envenenando el organismo desde dentro.
Los especialistas en nutrición todavía citan la muerte de Brown como uno de los ejemplos más extraordinarios de la historia de la medicina: un caso que demostró que incluso los alimentos naturales pueden ser peligrosos en cantidades extremas.