Su historia la cuenta este lunes el diario Wall Street Journal, que ha entrevistado a Dylan Stone-Miller, un ingeniero de software de 32 años que cuando tenía 20 se hizo donante por pura casualidad, para poder costear con el dinero que le daba el banco de semen (100 dólares por visita) una cuantiosa multa por conducir bajo los efectos del alcohol.
Stone-Miller, tras dar al banco permiso expreso de comunicar sus datos, abrió entonces una cuenta en Facebook a la que invitó a sumarse a todas las familias de "sus" hijos biológicos, y una veintena de ellas accedieron de inmediato, generalmente mujeres solas o casadas con otras mujeres.
El donante ha iniciado incluso un programa de visitas con algunos de los niños, desempeñando un difícil papel porque las madres le prohíben identificarse como el "papá" de los niños, lo que no termina de convencerlo; es más, aspira a mantener ese contacto abierto con ellos indefinidamente.
El rotativo destaca que el anonimato con que antes se trataban los embarazos a través de los bancos de esperma está desapareciendo gracias a los precios mucho más baratos de los tests de ADN, la facilidad que internet da para rastrear la vida de las personas y la desaparición de los tabúes sobre la cuestión.
De hecho, el diario recuerda que más de un millón de estadounidenses han sido concebidos en procesos de fecundación in-vitro, y de ellos una parte considerable -no se disponen de datos- lo fueron con espermatozoides obtenidos en un banco.