La reactivación se aprecia en editoriales, campañas y “street style”, con señales claras: el retorno de las botas arrugadas tipo años 2000, la consolidación de las ecuestres, y el empuje de las “sock boots”.
Firmas como Louis Vuitton, Toteme, Chanel, o Miu Miu o UG han puesto el foco en siluetas por debajo de la rodilla.
Aquella solución técnica —fácil de calzar, sujeción firme en el tobillo— definió un estándar que, ya en los años sesenta, sería emblema de la cultura juvenil británica.
Antes y después, la bota a media pierna recorrió usos ecuestres y urbanos, evolucionando desde los modelos victorianos de cordones hasta versiones lisas y minimalistas del siglo XX.
Esta base histórica explica la resiliencia del formato “corto” en ciclos de tendencia, que incluyendo versiones más minimales o sofisticadas y jugando con el largo de la caña respetando cierta altura, siempre vuelve al ciclo de la moda.
La pasarela ha sido explícita
Louis Vuitton ha presentado en su desfile otoño-invierno 2025 la ‘Nomad boot’, de caña flexible y tacón mínimo, con puntera cuadrada y remaches metálicos, una síntesis de la bota baja con memoria bohemia y gesto contemporáneo.
El mismo pase incluyó una versión con cuña media y trazo arrugado. Chanel, por su parte, mantiene en su precolección 2025/26 un repertorio de botines y botas cortas, señal de continuidad en un segmento que la casa explora con regularidad.
Toteme introdujo “stretch boots” ceñidas, a media pierna, como contrapunto a volúmenes amplios de abrigos y pantalones.
En paralelo, las publicaciones de moda han cartografiado el fenómeno: el otoño 2025 varias familias de botas estarán en rotación, con el burdeos y cereza como “nuevos neutros”, ecuestres funcionales, calcetín en cuero o ante, arrugadas de espíritu boho y modelos con herrajes y hebillas de inspiración motociclista.
La cabecera Vogue subraya el regreso de las botas arrugadas con guiños a Vivienne Westwood y a la estética setentera y dosmilera, refrendadas por casas como Louis Vuitton y Balmain.
El consenso editorial no es caprichoso: responde a una oferta sostenida en colecciones y a una demanda que premia la comodidad y la durabilidad.
Otra familia en clara reactivación son las botas “moto” o biker. Tras asomar en 2023 de la mano de Miu Miu, que catapulta hacia las tendencias casi todos sus diseños, en 2024 ganaron calle y escaparate, y en 2025 permanecen en ediciones de estética “moto boho” con hebillas, suelas gruesas y caña media o baja.
Para 2025, esta silueta de bota confirma su continuidad. El elemento común: equilibrio entre robustez y estilización, con pieles en negro o marrón y punteras redondeadas.
El mapa de estilos se completa con las ecuestres y las botas calcetín. Las primeras capitalizan el retorno del imaginario campestre refinado —Ralph Lauren y Burberry han insistido— y se colocan a media pierna o por debajo, limpias, en cuero pulido o ante, como prueban los editores de temporada.
Las segundas, ceñidas, con puntera afilada o cuadrada y tacón moderado, han sido clave en Toteme y Chanel, enlazando con la silueta alargada de esta década.
En ambos casos, el radio de acción es el día a día: pantalones rectos, faldas midi, vestidos de punto o vaqueros con caída amplia, favoreciendo la continuidad visual entre caña y bajo.
Así se llevan
La escena actual privilegia combinaciones de contraste: botas arrugadas con faldas largas fluidas; biker con vaqueros relajados o con minifaldas y medias tupidas; ecuestres con sastrería ligera o con abrigos cruzados; calcetín bajo vestidos de punto y abrigos batín.
La pauta cromática de la temporada matiza el negro con rojos oscuros, marrones castaña y blancos puros. Todo ello se observa en campañas recientes: Jimmy Choo ha apostado por botas de serpiente de caña media con Sydney Sweeney, una lectura de la bota baja clave editorial. Son códigos que, con matices, recogen el pulso del mercado.
El clima de moda combina nostalgia y funcionalidad. Por un lado, la resurrección dosmilera devuelve protagonismo a las botas arrugadas, a los ante blandos y a las suelas con volumen; por otro, la normalización del calzado cómodo favorece modelos de tacón bajo y caña corta, aptos para ritmos urbanos y meteorología cambiante.
Las guías de tendencias 2024 ya apuntaban a esa convergencia, botas por encima de la rodilla de aire mosquetero y borregos conviviendo; y 2025 consolida las variables por debajo de la rodilla como alternativa práctica a las alturas extremas y menos funcionales para el día a día.
Firmas y prescriptoras. El tablero lo ocupan casas de lujo y enseñas comerciales. Miu Miu ha hecho de los botines y de las botas “moto” un pilar en sus campañas recientes; Prada mantiene un surtido de botines y combat boots; Toteme y Chanel sostienen la línea de botines sobrios y calcetín.
Louis Vuitton ha elevado la bota arrugada con identidad propia. En la difusión, nombres como Emily Ratajkowski, Bella Hadid, Kaia Gerber o Sydney Sweeney han servido de caja de resonancia, enlazando pasarela, campaña y calle.
¿Ciclo o reinstalación?
Más que una moda pasajera, la bota baja vive una reinstalación por acumulación de factores: corresponde al gusto por la silueta relajada, facilita el tránsito entre lo laboral y lo cotidiano y apela a un legado sólido que se reinterpreta sin forzar códigos.
La pluralidad de diseños permite moverse entre registros sin perder coherencia estilística. La temporada 2025 apuesta, además, por coloraciones intensas y materiales táctiles que refuerzan la percepción de novedad sin romper con la memoria colectiva del modelo. En esa intersección entre historia y presente se entiende su vuelta.