Revista del Domingo
Día Internacional del Director de Orquesta: Maestro Jorge Castillo y la magia de su vocación
A sus 16 años de edad, Castillo se estrenó como director de orquesta, convirtiéndose en el más joven del país
13 de julio de 2025
Revista del Domingo.- El compositor, pianista y director de orquesta austrohúngaro, Franz Liszt, afirmó una vez que “la música es el corazón de la vida”, y sin duda alguna, así es. Cada 13 de julio se conmemora el Día Internacional del Director de Orquesta, una fecha creada para rendir homenaje a quienes, con maestría y sensibilidad, conducen el alma sonora de las filarmónicas.

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El director de orquesta es mucho más que un guía técnico: es un líder artístico, un intérprete de emociones y un arquitecto del sonido. Gracias a su conocimiento, intuición y compromiso, logra amalgamar decenas de talentos individuales en una sola expresión colectiva. Su trabajo exige preparación rigurosa, pasión desbordante y una visión clara, convirtiéndolos en piezas clave del entramado cultural de cualquier sociedad.

Un claro ejemplo de todas estas cualidades, es el maestro Jorge Castillo, director de la Orquesta Sinfónica del Conservatorio de Música de Carabobo (Consermuca), quien tiene más de 50 años dedicado a este arte.

Su pasión lo encontró a sus 8 años de edad, se coló dentro de los paseos dominicales que daba Castillo junto a su padre por la Plaza Bolívar de Valencia, donde la Banda Sinfónica 24 de Junio, daba sus retretas de fin de semana. “Ahí fue mi primer contacto con un grupo de músicos, me llamó la atención de sobre manera el director de la orquesta. Después de eso, llegaba a casa a escenificar lo que había visto” recordó.

Tiempo después, el maestro comentó a sus padres que quería ser músico y comenzó su camino musical en la Escuela de Música Sebastián Iglesias García Lozano. Formarse como director de orquesta, según Castillo, es un proceso largo y, en ocasiones, ingrato. Requiere una sólida base técnica, conocimiento histórico-musical y un temple capaz de sostener tanto la batuta como el trato humano.
 
“Lo más difícil no es la partitura, es la interacción con los músicos”, confesó, reconociendo que liderar exige sensibilidad, constancia y carácter.
A su vez, para el también doctor en educación, el liderazgo no se impone, se inspira, por lo que cita al maestro Sergiu Celibidache para ilustrar su filosofía, “los músicos son inteligentes, pero no lo saben”. Con esto señala que un buen director transmite su seguridad y conocimiento desde el primer gesto, si domina la obra, los músicos lo intuyen y se dejan guiar.


¿Cómo se prepara antes de subir al podio?

Antes de subir al podio, hago un recuento de lo que voy a hacer. Trato de recordar los momentos en el montaje que fueron más difíciles y en el que puede haber un enredo. Lo tengo muy presente para tener cuidado cuando pase por ahí.

¿Una presentación memorable frente al público que lo haya marcado?

Casualmente no fue estando como director, yo monté una obra que se llama Carmen Agurán, con la banda de Puccini, el 4 de junio, y eso fue un concierto que fue memorable aquí en Valencia. Ahí se quedaron 300 personas afuera, y la gente estaba sentada en el suelo. Fue de verdad conmovedor, muy fuertes las emociones que se vivieron ahí.

Aunque yo era el director de la orquesta, no dirigí, lo hizo la maestra Isabel Palacio, que se trajo para hacer ese concierto. Y de verdad que me impactó, me impactó la fuerza de las personas y cómo estaban agradecidas por aquel concierto, eso fue memorable para mí ese momento. 

¿Hay alguna obra que lo conmueva?

Puccini, las óperas de Puccini. Tengo un problema no resuelto con ese compositor, sobre todo con Madame Butterfly, porque tiene una trascendencia, hay emociones muy fuertes. El momento en que se suicida Cio-Cio-San con su hijo allí, por amor, por desengaño, es impresionante, y de verdad que la música, la escena y todo, te conmueve a tal punto, que en mi caso, se me salen las lágrimas con eso.

¿Cree usted que ser director de orquesta  cambió su vida? 

Sí. Yo soy compositor, y el hecho de haber comenzado primero a tocar en una orquesta, después dirigir una orquesta, me cambió la forma de cómo entender el hacer música, entonces esa vivencia la llevo al momento de la composición y oye, qué bueno que yo pase por esto, porque esa vivencia la tengo siempre fresca y me ayuda a entender, por ejemplo, cómo toca un violinista para poder componer algo para violín, cómo toca un trompetista (...) todas esas vivencias las tengo ahí marcadas, es palpable. 

Cambia la vida de una persona que está inmersa en la dirección de orquesta, te cambia el liderazgo, te cambia la forma de cómo enfrentarte con la gente, de cómo programar, de cómo organizar, entonces sí cambia tu vida ser director de orquesta. 
 
Sobre el futuro de la dirección, Castillo no duda y afirma que siempre que haya un grupo que requiera sincronía y carácter, se necesitará un director. “El director da el acabado final. La interpretación depende de él.”
 
Jorge Castillo define su carrera con la palabra “gratitud” tanto por quienes lo han acompañado, como por las ovaciones sinceras y por haber logrado una huella artística perdurable. Además, destaca que lo que más disfruta de su labor, curiosamente, ocurre días después, cuando vuelve a escuchar lo que logró.

El Día Internacional del Director de Orquesta no solo festeja la figura frente al podio; celebra el alma detrás de cada gesto, el corazón que escucha lo invisible y transforma el caos en armonía. En la historia del maestro Jorge Castillo resuenan esas notas que no están escritas: la perseverancia, la sensibilidad y el liderazgo que no se impone, sino que nace del respeto mutuo entre músico y guía.

Su trayectoria nos recuerda que, más allá del ensayo y la técnica, el verdadero arte de dirigir consiste en hacer de cada nota una experiencia compartida. 
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VÍA NT
FUENTE Editoría de Notitarde