Neurocientíficos y tecnólogos probaron que incluso personas sedentarias mejoraban su memoria espacial luego de hacer 25 minutos de ejercicio en bicicleta fija. “Nos basamos en un tipo de memoria espacial que se llama Patterns Separation (patrones de separación) que se elabora en el Giro Dentado, una región del cerebro que es el angulito del hipocampo, donde se procesan las memorias espaciales. Es el único lugar del cerebro de los mamíferos y, por lo tanto, también de humanos, en el que se cree que puede haber neurogénesis; generación de nuevas neuronas. Entonces, lo que intentábamos buscar es una memoria espacial que indirectamente funcione mejor si hay neurogénesis”, explica el neurocientífico y codirector del estudio Fabricio Ballarini, quien desarrolla su trabajo en el Instituto Tecnológico de Buenos Aires y en el Instituto de Biología Celular y Neurociencias de la Universidad de Buenos Aires.
La clave está en el Factor Neurotrófico Derivado del Cerebro (BDNF, por sus siglas en inglés), una proteína relacionada con el crecimiento y la salud de las neuronas que, además, aumenta cuando se hace ejercicio físico, lo que también se había demostrado en ratones hace más de una década y actualmente se logró adaptar el experimentos en humanos gracias a la realidad virtual, en el que participaron investigadores del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (UNICEN).
La memoria espacial, que registra información sobre el entorno y la ubicación de los objetos, se deteriora con el envejecimiento y la enfermedad de Alzheimer, por lo que es importante estudiar formas sencillas de mejorarla.
“Al estudiarse en humanos no se pueden analizar aspectos moleculares por cuestiones éticas, así que hay que observar el comportamiento de la memoria”, aclara Ballarini, desvelado por uno de los dilemas centrales de la neurociencia: si las neuronas pueden o no nacer en la edad adulta. El investigador explica: “El dogma central, sobre todo en mamíferos, es que nacemos con una dote de neuronas que se van muriendo y no nacen nuevas. Para saberlo habría que poner una cámara permanente que detecte el momento exacto en que nace una neurona. Eso es imposible. La única forma de saberlo es indirecta. Por eso, nuestra hipótesis central es que si las personas hacen actividad física, se elevan los niveles de BDNF”.