Revista del Domingo
¿Por qué el trasero es el símbolo que define la moral femenina?
Más que una enciclopedia sobre los traseros, Butts también es un ensayo del “martirio femenino” que supone encajar y adaptarse a los cánones de belleza.
21 de febrero de 2023
Pocas mujeres lo saben, pero sus vaqueros favoritos fueron diseñados para encajar en el trasero de Natasha Wagner. Esta desconocida, delgada y atractiva modelo de Los Ángeles, una universitaria rubia de melena surfera aspiracional, marcó el canon del denim femenino durante la década pasada. Su trasero, específicamente, trabajó para Levi’s, Gap, Old Navy o Wagner. E incluso, varias revistas de la época la llamaban "las mejores nalgas del mercado".

Según la periodista Heather Radke, en su ensayo Butts: a backstory (Culos: el trasfondo, publicado en inglés por Simon&Schuster en 2022), el trasero pequeño y tímidamente respingón de Wagner estuvo de moda hasta 2014. Beyoncé, la artista que en Destiny’s Child escribió Bootylicious, publicó en esa fecha un álbum visual epónimo en el que, además de reivindicar el feminismo de Chimamanda Ngozi Adichie, se dejaba ver perreando en videoclips virales como 7/11. Y además, Miley Cyrus había descubierto el twerking a los blancos más recatados unos pocos meses antes, Meghan Trainor elevaría su retaguardia en All about that bass con una letra que declaraba la guerra a Natasha Wagner.}


Fetiche y separador social

En Butts, Radke se resiste a cantar victoria en esta asimilación cultural del trasero prominente. Colaboradora de The Paris Review, la estadounidense debuta con un análisis cultural sobre por qué deberíamos tomarnos los culos más en serio (y desde mucho antes de 2014). La suya es una investigación sobre cómo en los dos últimos siglos se ha fetichizado este atributo para erigirse en un indicador de los sesgos de clase, género y raza. En el estandarte moral que impera en la sociedad, mencionó un artículo de El País.

“El trasero se ha usado para reforzar las jerarquías raciales, es un barómetro del trabajo duro y un medidor del deseo y la disponibilidad sexual”, escribe la periodista en sus páginas; donde puntualiza que “la forma y talla del trasero de las mujeres se ha percibido como un indicador de su naturaleza y su moral, su feminidad e incluso su humanidad”.

Asimismo, Radke ayuda a descubrir la raíz de los prejuicios que hemos proyectado sobre un simple atributo corporal. “Hace 200 años se instauró la idea de que las mujeres con trasero grande eran menos inocentes, más amorales que las mujeres con trasero pequeño. Esto, por supuesto, también se correlacionó con las categorías raciales. Era una forma de dejar claro que consideraban a las mujeres africanas hipersexuales y a las blancas sexualmente inocentes”, apunta la autora.


Una historia de sufrimiento y de control

Más que una enciclopedia sobre los traseros, Butts también es un ensayo del “martirio femenino” que supone encajar y adaptarse a los cánones de belleza. Incluso el de la propia autora. A través de su relato personal conviviendo con un “trasero grande a los ojos de los demás”, Radke desgrana la travesía por el desierto que ha supuesto tener que adaptarse al péndulo esquizofrénico del canon corporal de las mujeres. Desde la figura plana y rectangular que estipularon las flappers de las ilustraciones de moda en los años 20; a los “glúteos de acero” que prometía la cultura del aeróbic de los años 80; la llegada del “chic heroinómano” con culo plano en los inicios de los 2000, o la reivindicación (en falso) de esos traseros grandes en 2014 para volver, otra vez, a un ideal de delgadez extrema.

“Gran parte de la historia del trasero es una historia de control. La moda, la ciencia y el fitness tienen antecedentes de ser cómplices en el proyecto de tratar de organizar los cuerpos, convertirlos en metáforas y crear jerarquías. Pero una de las mejores cosas de los cuerpos humanos es que inherentemente nos resistimos a este control.  Hay tantos ejemplos de esto, desde activistas drag y mujeres del fat fitness hasta el hecho de que es básicamente imposible crear tallas estándar para la ropa de mujer”, denuncia la autora.

El efecto real del cambio social que propugna movimiento body positive le genera desconfianza. “Incluso cuando las marcas intentan ofrecer ropa en una variedad de formas y tamaños, a menudo no pueden satisfacer a todos los cuerpos. Como me dijo un académico: los cuerpos se hacen a la medida, pero la ropa es un producto industrial. Siempre va a haber un desajuste”, sentencia. Uno que persistirá, y seguirá rebelándose, frente a todas las Natasha Wagner que nos quieran imponer.
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VÍA Dana Contreras
FUENTE Editoría de Notitarde