Luis Eduardo Martínez: Soberanía y Paz en la Doctrina Bolivariana
Simón Bolívar hizo de la guerra de independencia una guerra justa y necesaria
Opinión.- En distintas intervenciones pública he señalado que no hay Paz sin Soberanía ni Soberanía sin Paz.
No es mía la afirmación originaria sino que es fundamento de la Doctrina Bolivariana que advierte que no puede haber paz verdadera sin soberanía, ni soberanía posible sin la capacidad de defenderla.
Simón Bolívar hizo de la guerra de independencia una guerra justa y necesaria y si hoy viviera reivindicaría el derecho de los pueblos a defenderse frente a las agresiones extranjeras, aunque estas adopten formas no militares. La paz, en consecuencia, no se concibe como sumisión ni neutralidad, sino como una condición política que solo puede sostenerse cuando se respetan principios de reconocimiento universal como son:
“La igualdad de los Estados;
El reconocimiento de los Estados de prestarse mutua cooperación;
La igualdad de derechos y la libre determinación de los pueblos;
La obligación de no intervenir en asuntos que corresponden a la jurisdicción interna de los Estados;
La resolución de las controversias entre los Estados por medios pacíficos”.
En el marco de la doctrina Bolivariana conceptos como soberanía y paz se apartan de la mera formalidad derivando en principios activos de resistencia, autodeterminación y construcción de un orden internacional más justo. El Libertador no solo concibió la independencia como ruptura con la potencia colonial, sino como un proyecto histórico trascendente.
Debemos entender soberanía como soberanía integral: política, económica, territorial, cultural y comunicacional. Esta noción tiene raíces en la Carta de Jamaica (1815), donde se advierte sobre los peligros que acechan a las nuevas repúblicas una vez alcanzada la independencia.
Reitero que no puede haber paz verdadera sin soberanía, ni soberanía posible sin la capacidad de defenderla.
El Discurso de Angostura (1819) resulta especialmente relevante para esta lectura contemporánea al plantear Bolívar la necesidad de un Estado fuerte, con legitimidad popular, moral pública y capacidad de gobierno, como garantía de estabilidad y paz.
Los Estados débiles, dependientes o tutelados son inherentemente vulnerables a la violencia estructural y a la intervención extranjera. Por ello, la paz bolivariana no es pasiva: es una paz armada de conciencia, instituciones y pueblo organizado.
Asimismo, de la Doctrina Bolivariana concluimos el valor de la de unidad latinoamericana y caribeña como condición indispensable para la soberanía y la paz regional. El ideal bolivariano del Congreso Anfictiónico de Panamá (1826) se proyecta en los esfuerzos de integración regional y cooperación Sur-Sur, concebidos como mecanismos para contrarrestar la hegemonía unipolar y construir un mundo multipolar. Desde esta óptica, la paz no es un asunto exclusivamente nacional, sino un objetivo geopolítico colectivo.
Es importante no olvidar la relación entre soberanía y justicia social. La exclusión, la desigualdad y la ignorancia son amenazas internas tan peligrosas como la dominación extranjera. Por tal la paz duradera solo es posible cuando la soberanía se traduce en bienestar, inclusión y derechos efectivos para las mayorías. La paz, por tanto, no se reduce a la ausencia de guerra, sino que implica condiciones que garanticen la dignidad humana; paz positiva que hemos mencionado antes.
La vigencia del pensamiento Bolivariano se expresa en su carácter antiimperialista, humanista y emancipador.
La Doctrina Bolivariana no es solo para recordarla sino tiene que ser guía para la acción pública en estos tiempos definitorios para el mañana de Venezuela. Que así sea.
Por Luis Eduardo Martínez