Ahí el Ágora: Más vale ser pacificador (a)
Las familias son merecedoras de la paz
Opinión.- No tiene sentido navegar siempre en el hueco de la violencia, ciertamente es un hueco, un abismo el estar siempre generando violencia. Nada de provecho tiene cuando levantamos la bandera del atropello, siempre hay un código, una línea que no hay que pasar, pero unos imponen el morbo de no reconocer a más nadie ni a nada, sino que algunos creen tener el derecho de implementar sus violentos egos, sus pensamientos contrarios a la paz.
No más violencias. Las familias son merecedoras de la paz, el hombre, en su individualidad, también merece caminar en sosiego, que la tranquilidad sea una inmensa divisa de un vivir sin sobresaltos.
Andar quebrantando el camino de la tranquilidad es estar muy lejos de la benevolencia de Dios. El Señor nunca aprobará los senderos violentos ni a quienes promuevan el odio, menos a quienes transfieran enseñanzas que brinden en las copas, haciendo apologías de destrucción.
Generalmente, los que andan dañando con sus conductas atropelladoras son personas que menosprecian el llamado de Dios, en ser piadosos y humildes, andan con soberbias, por eso a ellos se le mira desde el cielo distantemente.
Bienaventurado los pacificadores ( Mateo 5:9 ). La palabra pacificador en el griego significa ser feliz. Esto es sencillo, quienes generan lo contrario a lo pacífico en su familia constantemente, en el país, en una sociedad, en el trabajo son infelices que no conocen lo dulce, sino que más bien la amargura es su pan de cada día.
Las personas que generan paz son constructoras de un mejor país, no destruyen, son arquitectos del bien. Son dulces en sus procederes, respetan la vida, no subvierten el orden existente en una nación. Nosotros debemos convertirnos en ciudadanos y en familias que elijamos vivir en paz y no en guerra.
Es inconcebible que conociendo a Dios, siendo seguidores de Cristo, conociendo la santidad del Señor y sus demandas a que seamos pacificadores, se haga o se deseen acciones antónimas que van en contra de nuestra tierra, en contra de nuestros hogares, nada de esto es compatible a la palabra del Eterno.
Quienes elegimos ser pacificadores estamos eligiendo que las cosas se resuelvan de la mejor manera, somos los que vamos más allá de las ofensas y heridas hechas, nosotros perdonamos y pasamos las páginas que un día se escribieron con la tinta del dolor. Somos los que amamos se resuelvan todas las moñas de infortunios dejadas en el camino de la vida; no puede existir la venganza.
El Príncipe de Paz (Cristo, nos ve como sus embajadores), sí, Él es de paz, nosotros también debemos levantar las banderas de la paz y no promover acciones que contengan algún ápice de violencia. La familia debe tener paz, el país debe tener paz. Debemos ser verdaderamente los herederos del reino, caminar como hijos de Dios, que siempre resolvamos y no enredamos los acontecimientos.
El ADN del que ame a su familia, ame y cuide su hogar, este, se está identificando con el cielo, con el hacedor de maravillas; la identidad de un hijo se reflejará cuando camine en la paz del Señor. La iglesia de Jesucristo promueve la concordia, las resoluciones de todos los conflictos y abre camino para que las bendiciones fluyan y no tengan obstáculos que las detengan, porque la paz misma atraerá un sinfín de cosas provechosas.
¡Sí se puede, amigo lector (a), es por aquí la plaza pública comunicacional!
Otrosí o nota: Por favor, no podemos ser indiferentes con el contexto que abruma el tema país. Si amamos la paz, también accionemos en ella. Oremos a Dios para que toda dirección violenta hacia Venezuela sea redireccionada a la paz y santidad del Altísimo. Shalom.