SINSECRETOSCB: El Delirio o el de Ramos
Es un deteriorado Henry Ramos Allup quien, dentro de sus permanentes desvaríos, cree añorar con válida melancolía, aquellos pretéritos tiempos que se presentaba como referencia del partido de Betancourt o Gallegos
Opinión.- El senil desvarío. En las actuales coyunturas, en el tránsito de las presentes circunstancias donde nos encontramos con todo un comprometido pueblo proclamando la plena vigencia del encendido concepto de patria, llevando en sus irrenunciables alforjas la siempre permanente defensa de la integridad de este venerado y heroico territorio nacional frente a las insolentes amenazas, a los áridos e irreverentes ejercicios de intimidación por parte de un inaceptable dictado foráneo e imperial que busca socavar el indómito espíritu secular del venezolano, con la estéril idea de que puede sucumbir ante la afrenta, pueda capitular ante el ultraje que busca apoderarse, de manera impúdica, de la inmensa cantidad de riquezas naturales que atesora nuestro país. Pero esta fallida tentativa ha tenido como infames promotores y descubiertos cómplices a una vergonzosa casta de dirigentes políticos pertenecientes a la maltrecha oposición venezolana, los cuales el ineludible tiempo y los categóricos procesos electorales en que han participado los ha conducido a un oprobioso olvido y que sean objeto de un inédito desprestigio, que sean abiertamente detestados por todo un pueblo. Ante ello nos corresponde hacer mención de esa pléyade de aborrecidos dirigentes que han sido parte activa de las innumerables denominaciones en que se ha concentrado, sin fortuna alguna, esa desecha oposición y donde han convivido la conspiración y la roída vocación de comprometer el rumbo definitivo de un irreversible proceso revolucionario. Cae la tarde en Caracas. Un famélico hombre, ya entrado en años, hace uso de una delicada mecedora y su mirada perdida se extravía en sus propios errores y desaciertos. El terrible fantasma de la muerte lo acecha, ya le ha advertido de lo inminente a través de varios eventos que han decantado en urgentes intervenciones quirúrgicas, que tan solo retrasarán, brevemente, su ineludible despedida de este plano terrenal. Es un deteriorado Henry Ramos Allup quien, dentro de sus permanentes desvaríos, cree añorar con válida melancolía, aquellos pretéritos tiempos que se presentaba como referencia del partido de Betancourt o Gallegos. Ramos Allup, es el mismo quien ejerciera como alto jerarca de AD. Ahora aguarda que el tiempo le recuerde su trágico paso o proceder, mientras es objeto de contundentes y demoledoras críticas por parte de cada sector político o partidista que aún, en plena minusvalía, milita en esa despedazada oposición. Al verse rodeado de silencio, soledad y olvido, el tembloroso y agobiado anciano recurre raudamente al hábil ardid para transmitir a sus descendientes aquel oportuno consejo de que “Cuando se detenga el caminante, no se detenga el camino” y así los logró involucrar como directos partícipes en cuestionados negocios con importantes empresas estatales. En los últimos tiempos ha solicitado que sus restos descansaran en su ciudad natal, pero aquellos “dirigentes” que mostraban una sumisa lealtad, una arrastrada consecuencia, ya han proclamado su abierta independencia y autonomía, una de ellas prefirió las bondades que ofrecía la viciada y verde administración municipal que regía los destinos de Valencia y el otro ávido dirigente, hasta con vínculos consanguíneos con el decrépito Henry, optó por un cómodo exilio dorado en Madrid con lo recaudado o timado en sus no muy claras actuaciones como funcionario público, que algunas siguen su curso en diferentes organismos competentes. Es decir que será difícil concretar la lúgubre encomienda de su inhumación y exequias. El octogenario referente del reducido y radical séquito de la desvencijada oposición, el mismo que acompasa y estimula las pretensiones, las solicitudes para no solo la imposición de sanciones que comprometen seriamente la economía de esta patria, en detrimento de todo un pueblo, sino que también en su delirio o desvarío llega a balbucear, con un tilde del molesto salivazo, para que se arremeta contra el sagrado recinto de nuestro territorio a través de irracionales incursiones armadas. De allí el colectivo repudio a esta suerte de parias, de errantes que han perfeccionado el arte de convertirse en verdaderos forajidos. Una pertinaz llovizna cae sobre Caracas y Henry Ramos Allup es ayudado a arroparse, siempre férreamente adherido a su solidaria mecedora, que es silente y castigada testigo de sus últimos y trastocados dislates. Ramos hace un esfuerzo para levantar su mirada y con voz tenue volver a mascullar “Tranquila Diana, tú estás pegada en el negocio”. Y esa es la verdad.
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