Luis Eduardo Martínez: Forjemos juntos la Venezuela posible
Nuestros estudiantes fueron y son ejemplo de creatividad, talento, disciplina, de cómo trabajar en equipo, marcados por la resilencia
Opinión.- La semana pasada, en el marco del Día del Estudiante Universitario, realizamos en UNITEC, entre varias actividades, la "III Cumbre de Gerencia e Innovación" y la premiación a quienes alcanzaron los mayores índices académicos en el último trimestre. Ambas constituyeron una demostración de que existe un país distinto al que el país político se empeña en mostrar todos los días.
Nuestros estudiantes fueron y son ejemplo de creatividad, talento, disciplina, de cómo trabajar en equipo, marcados por la resilencia. Si bien tienen convicciones diferentes e incluso militancia bajo distintas banderas, estas no afloran cuando persiguen logros comunes.
Mientras escucho las presentaciones, en la Cumbre, me percato de un hecho inusual en el mundo estudiantil: en los ya más de veinte años de mi quehacer en la UNITEC no se ha perdido un solo día de clases y en un país sumergido en la incertidumbre, también en la angustia de muchos, hoy la atención de nuestros muchachos y muchachas está puesta en adquirir las competencias para alcanzar el éxito en el mañana por venir.
Como nuestros estudiantes, seguro hay miles de jóvenes venezolanos que se esfuerzan porque ese mañana por venir sea bueno para ellos y, siendo para ellos, lo será para Venezuela. Es la Venezuela posible.
La Venezuela posible forjada por todos, forjada juntos.
La Venezuela posible no es una utopía si bien es una ardua tarea. Su construcción no será espontánea; requerirá de una clase política con visión de Estado, una sociedad civil organizada y vigilante, y un apoyo internacional coordinado y desideologizado. El camino será largo y estará lleno de obstáculos, pero el primer paso es creer que es posible. Imaginar ese futuro—un país reconciliado y productivo—es el acto de resistencia más poderoso contra la desesperanza. Es el deber de todos los que llevamos a Venezuela en el corazón.
Mientras que algunos atizan odios, los jóvenes venezolanos y los no tanto, priorizan la compleja situación económica y social.
Para la Venezuela posible, lo económico y lo social es primero.
Es cierto que en lo económico, el desafío es titánico pero no insuperable. La Venezuela posible debe abandonar el rentismo petrolero que, paradójicamente, financió tanto su esplendor como su ruina. La reconstrucción económica pasaría por varias fases: una estabilización de emergencia (control de la hiperinflación, unificación cambiaria, ajustes salariales inmediatos), seguida de una fase de recuperación que incentive la inversión privada nacional y extranjera. El petróleo, con sus vastas reservas, seguirá siendo un actor crucial, pero su gestión debe ser técnica, transparente, maximizando la eficiencia.
El verdadero motor de la Venezuela posible no será el petróleo, sino la diversificación productiva. El país tiene un potencial enorme en la agricultura, el turismo y la industria manufacturera, que alguna vez fue pujante. El capital humano, representado por los millones de venezolanos en el exterior que han adquirido skills y experiencia en economías globalizadas, puede ser el activo más valioso para esta transformación. Crear las condiciones para su repatriación—con incentivos fiscales, seguridad y oportunidades—será fundamental.
Para alcanzar la Venezuela posible es indispensable la reconciliación social y reparar el tejido humano. La sociedad venezolana está fracturada, marcada por el odio político, la desconfianza y el trauma colectivo. Se requiere una inversión masiva en el capital social: la reconstrucción del sistema de salud pública, el rescate de una educación de calidad. Ofrecer un futuro a nuestros hijos aquí, con nosotros, es esencial.
También es importante, lo geopolítico. La Venezuela posible deberá reinsertarse en la comunidad internacional con una política exterior soberana pero pragmática, basada en el respeto mutuo y la cooperación. Necesario reconstruir relaciones de vecindad, especialmente con los Estados Unidos y las naciones del continente, basadas en la complementariedad económica y no en la ideología.
Y en paz, que la Venezuela posible lo sea en paz.
Juntos, enterrando la confrontación, podemos lograrla.
Por Luis Eduardo Martínez