Ahí el Ágora: Avanzar mientras respire
Hay personas que quieren cualquier cosa material, pero a la verdad, después que lo obtienen, el interés que tenían al principio ya no es igual
Opinión.- Siempre se debe avanzar mientras tengamos fuerzas, así sean mínimas, aunque los pasos sean cortos, hay que intentarlo. Las dificultades están por doquier; sin embargo, nada ni nadie debe ser tropiezo para llegar a la meta de lo que te hayas propuesto; muchas veces provoca tirar la toalla, muchos son los momentos que nos pasan por la mente de no seguir, pero Dios siempre está interesado en renovarte.
La vida, aunque muchos no lo entiendan, es una carrera y, ciertamente, hay que correr para lograr alcanzar algo, sin embargo, las fuerzas deben estar renovadas para seguir en esta pista, porque hay cosas por las cuales vale la pena correr y hay otras que no. Hay cosas que se desvanecen, e incluso pierden hasta interés cuando las alcanzas.
Hay personas que corren por tener un carro y, cuando lo tienen, al poco tiempo quieren venderlo para comprar otro. Hay personas que quieren cualquier cosa material, pero a la verdad, después que lo obtienen, el interés que tenían al principio ya no es igual, porque aparecen las ganas de correr por otra cosa, demostrando esto que el ser humano está compuesto, en cierta manera, con un átomo de insaciabilidad.
Correr por una cosa, algún proyecto de vida, un sueño, implica una lucha, un esfuerzo, unas ganas. Sin embargo, hay que poner en la balanza las cosas por las cuales vale la pena imprimirle el esfuerzo justo y ponderado según el premio, porque ciertamente hay cosas que son fáciles de vulnerar, cosas que pierden seguridad y hasta se corrompen, pero hay otras cosas por las cuales sí hay que luchar, cual atleta, para alcanzar esa corona, la que no se corrompe, la que no se les alteran los valores, por eso sí hay que esforzarse hasta el final, sin perder tiempo.
Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros una incorruptible. 1 Cor. 9:25. El atleta lucha y lucha para ganar un premio aquí en la tierra; sin embargo la naturaleza de este premio terrenal no es comparable con el premio de caracter celestial. El primero se desvanece, se le tuerce, es vulnerable a lo que es corrupto, pierde valor, su conexión está aquí en lo terrenal. Mientras que el otro premio o corona su vínculo está en los cielos, por eso es una corona incorruptible, es espiritual.
Por ambas carreras se lucha, el atleta se esfuerza, corre y prepara de tal manera que, al llegar la competición, logra ganar la corona, la premiación. Pero la composición de este premio humano está atribuido a sazones o elementos perecederos, no tendrá el mismo valor con el pasar del tiempo, ellos (los atletas sacrifican sus cuerpos solo con el propósito de un momento anhelado, ganar aquí algo) ponen todo este empeño en algo que pasará y se oxidará con los días; las medallas, las coronas se empañan, se corrompen, los deseos pasarán.
Ahora bien, la corona incorruptible, ese elemento espiritual es lo que te mantendrá sana esa corona, esa búsqueda del reino celestial, las oraciones a Dios, la palabra santa, es decir, nuestro mayor esfuerzo debe ser por mantener una relación con el Padre por medio de su hijo Jesús, nuestro esfuerzo, nuestras luchas deben siempre inclinarse por lo espiritual, no perder tiempo en cosas pasajeras que en nada se le puede comparar con los mejores resultados que da la carrera espiritual, por servirle a Dios en espíritu y en verdad.
Ese esfuerzo te arrojará la mejor corona, la que no se oxida, la que no se compra, la que no admite que se le adulteren sus componentes porque, sencillamente, está elaborada allá en los cielos.