La batalla por la Paz también tiene un rostro político y social. En las sociedades contemporáneas, la violencia adopta formas más sutiles: exclusión, pobreza, desinformación. Camus advertía que cuando los pueblos se acostumbran a estas injusticias, pierden su capacidad de indignarse. Defender la Paz, entonces, es luchar contra toda forma de indiferencia. Es reconocer que cada acto de violencia —aunque parezca aislado— debilita el tejido moral que sostiene a la comunidad. La educación, la cultura y el diálogo son las armas más poderosas de la batalla por la Paz.
Desde la perspectiva de la Venezuela de hoy la frase de Camus adquiere una resonancia particular. Nuestro pueblo sufre desde hace más de una década una criminal agresión económica y más recientemente de un asedio mediático sin precedentes; a la par ha sido escenario de un extraordinario esfuerzo por la reconciliación. En este contexto, la batalla por la Paz no es solo una hermosa frase sino una urgencia trascendente. Implica defender la soberanía nacional, la dignidad de todos los venezolanos sin excepción, con equidad social y respeto a los derechos humanos. La Paz es así una forma de emancipación.
Camus no propuso una Paz ingenua ni romántica. Su visión era trágica y realista: sabía que el mal existe, que la violencia seduce y que la justicia, muchas veces, fracasa. Pero precisamente por eso su mensaje tiene fuerza: porque nos invita a luchar incluso sabiendo que la victoria es incierta. La batalla por la Paz es un acto de fe en el ser humano, una apuesta por la razón frente al absurdo. Es, en última instancia, el compromiso de no renunciar a nuestra humanidad, incluso cuando todo parece empujarnos hacia la desesperanza.
Librar la batalla por la Paz significa asumir una responsabilidad individual y colectiva. No es una guerra externa, sino una transformación interior y social. Es la afirmación más alta del espíritu humano, porque exige valentía para amar en tiempos de odio, para dialogar en medio del ruido, y para construir cuando unos pocos promueven la violencia y la intervención armada de una potencia extranjera que solo va tras las riquezas de esta hermosa tierra.
Camus tenía razón: todas las demás batallas —las del poder, la gloria o la venganza— son efímeras. Solo la Paz es digna de ser defendida verdaderamente hasta el final.
Por: Luis Eduardo Martínez