Vincenzo Caruso: Trump hundido en deudas busca saquear a Venezuela
Este patrón ya es demasiado claro: no se captura, se destruye y se inventa luego una narrativa
Opinión.- Estados Unidos repite el libreto gastado de acusar a Venezuela de “narcotraficante”. La paradoja es grotesca: en nuestro país no se produce ni un gramo de cocaína, y todos lo saben, incluso los mismos que redactan los informes en Washington. Sin embargo, cada semana aparece un nuevo operativo, un nuevo barco volado, una nueva foto de pescadores humildes reducidos a cenizas sin juicio previo ni pruebas presentadas. No hay tribunal, no hay proceso: solo un misil y la pena de muerte automática en altamar.
Este patrón ya es demasiado claro: no se captura, se destruye y se inventa luego una narrativa. No se trata de justicia, sino de espectáculo. Barcos hundidos, civiles muertos y titulares sensacionalistas que se fabrican para alimentar el mito de que Venezuela amenaza al mundo. Una excusa más para el intervencionismo de siempre.
Pero lo verdaderamente revelador es lo que hay detrás: una gigantesca operación de distracción. Donald Trump carga con un país endeudado hasta la médula, con una economía que no tiene salida dentro de sus propias fronteras. Estados Unidos necesita guerras, necesita petróleo, necesita desviar la atención de su catástrofe fiscal. ¿Y cuál es el objetivo más obvio? Venezuela, con la reserva de crudo más grande del planeta.
Y es que los números hablan por sí solos. La deuda de Estados Unidos ya supera los 37 trillones de dólares, es decir, casi el 120 % de su PIB. Solo el pago de intereses consume miles de millones cada año, reduciendo la capacidad de inversión en educación, salud e infraestructura. Proyecciones oficiales señalan que para 2054 la deuda podría alcanzar el 166 % del PIB, una cifra que ni los imperios más voraces de la historia lograron sostener. Analistas como Larry Fink, de BlackRock, advierten que se trata de una “bola de nieve imparable”, mientras agencias como Fitch y Moody’s ya han recortado la calificación de la deuda estadounidense, reflejando la desconfianza global.
Técnicamente, lo que ocurre es que la deuda estadounidense crece más rápido que su propia economía. El Estado gasta mucho más de lo que recauda, y financia ese déficit emitiendo bonos del Tesoro que ya nadie quiere sostener indefinidamente. El servicio de la deuda (es decir, los pagos de intereses) se ha convertido en el mayor rubro del presupuesto federal, por encima incluso de la defensa. Esto crea un círculo vicioso: a mayor deuda, más intereses; a más intereses, mayor déficit; y a mayor déficit, más deuda. Es una trampa financiera de la que no se puede salir con simples ajustes fiscales, y que empuja a Washington a buscar recursos fuera de sus fronteras.
¿Qué significa esto? Que esa deuda es impagable con los medios ordinarios. Ni el aumento de impuestos ni los recortes sociales lograrán cubrir semejante agujero fiscal. La historia demuestra que cuando los imperios entran en números rojos, buscan la salida en la guerra. Asegurar petróleo, minerales y territorios estratégicos se vuelve su “solución” para postergar la quiebra. Venezuela, con las mayores reservas de crudo del planeta, se convierte entonces en el botín más codiciado.
La realidad es simple: los ataques contra Venezuela no nacen de una supuesta preocupación por el narcotráfico (una industria que tiene sus verdaderos centros de producción y distribución en Colombia y en las calles de Nueva York o Miami), sino de la desesperación por ocultar el colapso económico y moral de un imperio endeudado, corrupto y corroído desde adentro.
En el fondo, cada barco volado en el Caribe, cada mentira repetida en los medios, no son más que los fuegos artificiales de un poder en ruinas.
Por Vincenzo Caruso