Opinión
Julie de Romero: Cuando una mujer se toma un cafecito con Dios
Estabas escondida en el hombre, tenía que esperar el momento justo cuando él te necesitara, pero ya te conocía
13 de agosto de 2025
Opinión.- Hoy quiero invitarte a que estés cómoda, y mientras lees estas líneas disfrutes de este momento especial. Vamos a tomarnos un cafecito con Dios. ¿Por qué un café? Por lo especial del café, su aroma, su sabor, los recuerdos que evoca, los amigos que vienen a la memoria, la infancia, las mañanas frías, las tardes de meditación y sobre todo la mejor excusa para tertuliar.

Eso es lo que quiero hacer hoy. Soy Julie, maracucha o marabina, mujer, madre, esposa, profesional y además apóstol. Hace unos 29 años me atreví a tomarme un café con Dios, fue la experiencia más maravillosa que he vivido. Ese día todo empezó a cambiar en mí, no fue de un momento a otro, pero a cada sorbo, en cada tertulia, algo pasaba dentro de mí. 

Ese rico café era la excusa para esperarlo, deseando que el aroma lo trajera de vuelta cada día, así fui aprendiendo, conociéndolo y sobre todo amándolo. Ahora cada día preparo un rico café y espero que él llegue a tertuliar, hacerme reír, reflexionar y sobre todo disfrutar de su compañía, aunque a veces estamos en silencio saboreando el momento, sé que está allí.

Un día le pregunté ¿por qué me hiciste mujer? Y me respondió: Porque quise que fueras “el sello perfecto de la creación, no eres débil, no eres frágil, eres idónea, eres perfecta para mi plan” ¿Cuál plan? Le volví a preguntar y me dijo, si abres tu corazón lo entenderás y empezó a relatarme la verdad acerca de mí.

Estabas escondida en el hombre, tenía que esperar el momento justo cuando él te necesitara, pero ya te conocía y te había pensado, pero esperé para darte la entrada que merecías, amada, celebrada y valorada por tu ser, tu esencia, capacidad y genialidad, una idónea, una pieza clave, determinante para el hombre y mis propósitos. 

 Así que dormí a Adán, tomé de su costado, de su hueso y te esculpí con mis mismas manos, mientras te cantaba, disfrutaba de la hermosura de lo que estaba creando, te di forma, te hablé de grandeza y valor, te hice compleja y perfecta, capaz de soportar las más grandes pruebas sin dejar de amar, te hice una madre, una dadora de vida, una mujer fuerte, pero sensible, noble, generosa, protectora, fiel, una mujer “Kajil” virtuosa, la idónea para mi plan.

Entonces se detuvo, tomó un poco del café que humeaba, mis ojos estaban abiertos a todo dar y mi corazón latía, mientras deseaba que ese momento nunca terminara, solo guardaba silencio para no interrumpir ni hacer la pregunta incorrecta, pero él conocía mis pensamientos y cuál era la pregunta que revoloteaba en mí, aun sin ser pronunciada. Entonces continuó.

¿Que por qué las mujeres se sienten tan solas, desamparadas y sin propósito? Solo escucha y abre tu corazón. Ambos, mujer y hombre, eran mi imagen, perfectos, amados, hasta que mi enemigo entró en secreto con un plan de destrucción, sí, allí estabas tú, te estudió, te observó, analizó tus movimientos y se lanzó en tu ataque, no porque fueras ingenua, tonta o débil, sino porque eras el muro de contención, quien rodeaba al varón y si llegaba a ti destruiría su protección, podría separarlos, herirlos y destruir mi propósito de que ustedes, mi creación perfecta, sojuzgara y dominara sobre todo lo que yo había creado, entonces traería maldición a la tierra, dolor y muerte. 

Por eso muchas están hoy día extraviadas, perdidas, encorvadas por la culpa y la condenación, porque aún mi enemigo les susurra al oído mentiras acerca de ellas mismas.

Entonces, y sin darme cuenta, le interrumpí como quien sabe que le queda poco tiempo a la tertulia y no quiere dejar algo para después. Necesitaba encontrar la respuesta final, entonces le pregunté con angustia: ¿Cómo podemos hacer ahora? Y su tono de voz cambió, sentía dulzura, compasión y amor vibrando en sus notas, me dijo:

“Hija mía” vuelve a mí cada día, yo nunca te he dejado, cuando fuiste engañada, yo estaba allí, cuando llegó la vergüenza del pecado, allí estaba para cubrirte, cuando fuiste rechazada yo te acepté como mi hija, cuando nadie daba nada por ti, yo pagué el precio de sangre para comprarte y redimirte. Nunca te he dejado, ni lo haré, no solo esto, sino también que si te vuelves a mí restituiré los años pasados de dolor, te volveré a tu diseño original, a tu propósito de existencia, al gozo y la paz que tuviste al principio conmigo. Estoy dispuesto a hacerlo, lo he demostrado y lo haré, porque te amo y eres mi especial tesoro.

En este punto mis lágrimas corrían por mi mejilla. Nunca nadie me había hablado así, yo era esa mujer, la que había estado perdida y ahora había sido hallada por un amor incondicional y un Dios que me amaba con amor eterno.

Solo quedamos mirándonos, hasta que mis lágrimas cambiaron en risa y un profundo suspiro salió de mí. Fue el mejor café que he tomado en mi vida. Ahora lo espero cada día, porque su compañía la deseo más que el mismo café que antes añoraba.
Sigue la información minuto a minuto en nuestro Telegram Instagram Facebook Twitter ¡La noticia en tus manos!
VÍA Equipo de Redacción Notitarde
FUENTE Julie de Romero