En Armonía fetal: Nuestra identidad unida e integrada
Cuanto más se repita un patrón más se graba
Opinión.- Los comportamientos que asumimos hoy en día tienen su origen en las experiencias que hemos tenido durante la infancia, los cuales han dejado profundas huellas que condicionan el presente afectando el futuro.
Entre esas experiencias se destacan las sensaciones que vivimos en nuestro cuerpo, las emociones que sentimos, los impulsos que nos llevan a tener determinados comportamientos, la forma en que nos explicamos lo que hacemos, nuestras necesidades, deseos, frustraciones, y conflictos.
Ellas, en cierta forma, determinan tu personalidad o sistema defensivo/protector que te va a ayudar a defenderte de las influencias del entorno. Cuando esas experiencias son repetidas, se genera un patrón de comportamiento que se graba en el inconsciente, el cual se comienza a ejecutar de manera habitual y automática.
Cuanto más se repita un patrón más se graba, así se convierte en un hábito que, por lo general, resulta difícil de cambiar, a menos que se haga un esfuerzo consciente para cambiarlo.
El caso es que se graban más fácilmente aquellas experiencias que tienen que ver con la supervivencia, entendiéndose por supervivencia no solo la supervivencia física sino también la supervivencia psicológica y emocional, que se relacionan con el miedo.
El amor también es necesario para la supervivencia, tanto que si una persona no se siente amada puede creer que está en peligro, y eso también se conecta con el miedo.
Así pues, la otra cara del miedo es el amor, y es el amor el que sana el miedo. Por eso es necesario mirar nuestros miedos para hacerles frente y lograr reconectar con el amor, que es nuestra esencia, nuestra forma natural de manifestarnos y así poder llevar una vida plena.
Los pensamientos, sentimientos y emociones, junto con las memorias a las que están asociadas, forman un conjunto de creencias, normalmente limitantes, de cómo somos y esto se forma en la infancia.
De niños nos sentimos pequeños, con falta de recursos, carentes de capacidades para poder cambiar las situaciones que nos causan malestar, y a base de repetirlas se vuelven inconscientes.
Nuestro niño interior es una manera de objetivizar esas experiencias. Pero, además, nuestro niño interior nos permite conectarnos con nuestro auténtico ser, con esa parte de nosotros que es original y pura, que está unida al Ser Superior que fue el origen de nuestra vida.
Cuando reparamos nuestras heridas, cuando nos reconciliamos con nuestro dolor para poder sanarlo, cuando reconectamos con esa parte nuestra que se escondió, es cuando podremos recomponer nuestra identidad unida e integrada.
Gonzalo Medina Aveledo PhD Ciencias Médicas
Médico Obstetra
Investigador de las emociones maternas
Ig. @armoniafetal