Opinión
Cómplice de torturadores, verdugo de la verdad: Volker Türk, ¡renuncie ya! | Por Vincenzo Caruso
Su arma no es una pistola, es su silencio. Y su silencio mata.
28 de junio de 2025
Opinión.- La historia está llena de burócratas que, bajo la apariencia de legalidad y neutralidad, sirvieron al crimen organizado del poder. Algunos sellaban órdenes de deportación. Otros, fingían no ver los hornos encendidos. En nuestros tiempos, Volker Türk, Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, ha decidido formar parte de ese linaje oscuro.

Su arma no es una pistola, es su silencio. Y su silencio mata.

El señor Türk ha hecho de su mandato una franquicia de la hipocresía internacional. Se le ve ágil cuando se trata de dictar juicios contra países insumisos al orden imperial. Venezuela, Nicaragua, Cuba… siempre a mano. Siempre listo para reproducir el libreto de los que financian guerras con una mano y subvencionan ONG con la otra. Pero cuando las víctimas no convienen, cuando los verdugos son sus aliados, Türk se disuelve en la nada como un cobarde funcional.

¿Dónde estaba su voz cuando las fuerzas israelíes redujeron Gaza a escombros, masacraron a miles de civiles y dejaron a un pueblo sin agua, sin luz y sin futuro?

¿Dónde estaban sus informes cuando niños palestinos fueron sacados de los escombros con los huesos todavía calientes?

¿Dónde está su condena a lo inhumano, a lo abyecto, a lo monstruoso?

En ninguna parte. Porque Volker Türk es el Alto Comisionado de la Impunidad, no de los Derechos Humanos.

Tampoco dijo nada ante la tortura migratoria institucionalizada en Estados Unidos, donde hombres son encadenados por cruzar una frontera, madres son separadas de sus hijos, y cientos de venezolanos están retenidos sin juicio en centros de detención del ICE, reducidos a números sin voz.

Y cuando 252 venezolanos fueron secuestrados en El Salvador, sin abogados, sin visitas, sin cargos formales, el señor Türk no exigió su liberación. No pidió medidas cautelares. Eligió el mutismo. Optó por la cobardía. Se convirtió en cómplice.

Como si fuera poco, su oficina —que alguna vez fue una esperanza para los pueblos— se ha transformado en el bufete oficial de terroristas con credenciales de ONG. Personas procesadas por intentar asesinar, desestabilizar, destruir y entregar un país entero al caos, hoy se sientan en conferencias financiadas por quienes dictan sanciones, mientras Türk legitima esa narrativa como si la mentira fuera parte de su mandato.

Volker Türk no es neutral. Es servil. No es ciego. Es obediente. No es defensor. Es encubridor.

La misma ONU que calló mientras las bombas caían sobre hospitales en Palestina, que negó el genocidio en Irak, que justificó los bloqueos que matan lentamente a millones, es la que hoy tiene a este funcionario como rostro humanitario. Pero su rostro está manchado. De omisión. De sangre. De deshonor.

Volker Türk es el tipo de hombre que hunde su pluma en tinta diplomática para firmar el certificado de defunción de la esperanza.

Es el hombre que mira hacia otro lado cuando el dolor no le conviene políticamente. Que prefiere conservar el cargo antes que enfrentar la verdad. Un tecnócrata del infierno. Un sepulturero vestido de etiqueta.

Y por eso gritamos desde este rincón del mundo que aún no se arrodilla: Renuncie, señor Türk. No por dignidad, que no la tiene. Sino por pudor ante la humanidad a la que usted ha traicionado.

Porque si usted no se va, su sombra seguirá creciendo como crecen los crímenes que usted encubre.

Y porque el silencio ante la injusticia no es neutralidad: es traición.

Por Vincenzo Caruso

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VÍA NT
FUENTE Editoría de Notitarde