Julie de Romero: Un verdadero encuentro con Dios
No es una experiencia pasajera, es profunda, conmovedora
Opinión.- Un verdadero encuentro con Dios es transformador, lo cambia todo, en un antes y un después. No es una experiencia pasajera, emocional; es profunda, conmovedora, que penetra hasta lo más profundo de tu ser, es inigualable, incomparable, excitante, es personal, íntima, real, única, que nunca más te dejará ser igual.
No te hará perfecto, pero sí despertará en ti el deseo de acercarte a su perfecto amor, conocerlo más, buscarle y descubrir el camino para volver a él. Te conviertes en un necesitado de Dios y mientras lo buscas vas dejando atrás muchas cosas, no por imposición, sino por un deseo profundo de conocerlo y agradarle.
Esto fue lo que sucedió con el gran Apóstol Pablo, conocido como el apóstol de los gentiles, teólogo y defensor del cristianismo, maestro, apóstol y predicador. Sufrió lo indecible por causa de llevar el mensaje de Jesucristo hasta los rincones conocidos de la época, dejando una rica herencia espiritual para la iglesia a través de sus 14 cartas, muriendo como un mártir, dando testimonio de su fe y amor a Jesús.
Se estima que su nacimiento fue pocos años después de la crucifixión de Cristo, sin embargo, su llamado y apostolado fue hecho directamente por el mismo Jesucristo, cuando tuvo un encuentro transformador con él.
Para entender a profundidad lo que significó este encuentro en la vida de Pablo, debemos conocer más acerca de la vida de Pablo. Nació como Saulo en Tarso de Cilicia alrededor de los años 1-5 d.C., en una provincia de la moderna Tersous, hoy Turquía. Era del linaje de Benjamín. Sus padres eran fariseos, nacionalistas, judíos fervientes que se adhirieron estrictamente a la ley de Moisés, protegiendo a sus hijos de la “contaminación” de los gentiles, sin embargo, hablaba griego y latín. Seguramente hablaba arameo, que era el idioma oficial de Judea. Aunque era ciudadano romano, Jerusalén era la ciudad sagrada y santa.
A los 13 años Saulo fue enviado a Palestina para aprender de un rabino llamado Gamaliel. Su educación continuó durante cinco o seis años. Todo apuntaba a que se convertiría en un miembro del sanedrín, el tribunal supremo judío que gobernaba la vida y la religión judía. Saulo era celoso de su fe y este fue el celo que lo llevó por el camino del extremismo religioso.
La Biblia relata ese encuentro decisivo de Pablo con Cristo en Hechos 9:1-22, en el camino de Jerusalén a Damasco. Saulo estaba lleno de rabia asesina contra los cristianos. Antes de salir a su viaje, había pedido cartas al sumo sacerdote para las sinagogas de Damasco, para traer a cualquier cristiano de vuelta a Jerusalén para encarcelarlos.
En nombre de Dios, había empezado el exterminio de los cristianos, consintiendo la lapidación de Esteban y recibiendo su ropa ensangrentada, ahora iría de casa en casa para arrastrar a cualquier cristiano a la cárcel y el martirio.
En ese camino, en ese lugar, sucedió un choque transformador, entre la gracia y la ley, entre la misericordia y el odio, entre lo divino y lo humano. Años de preparación, estudios de la ley, planes, proyectos humanos fueron expuestos a la luz brillante que del cielo envolvió a Pablo, su carne se debilitó, su fuerza viril se desvaneció y cayó al suelo. Fue derribado el orgullo, el poder, el conocimiento humano, todo en Saulo fue derribado.
Estando en esa condición solo preguntó “¿Quién eres?”, y pudo oír la voz de Dios, “yo soy Jesús a quien tú persigues”. En un segundo todo su mundo se desvaneció. “Jesús era real, poderoso, no era de este mundo, no era un hombre, era Dios”, todo lo que había creído era una mentira, la niebla se esfumó, el engaño cayó ante sus ojos.
Ese día en medio de la incertidumbre nació un apóstol, el propósito eterno en su vida de activó y nunca más volvió a ser Saulo de Tarso, sino el gran Pablo. Días posteriores fue lleno del Espíritu Santo, aceptó la visión divina, comenzó un nuevo camino, desconocido, pero maravilloso rumbo al destino diseñado por Dios para él, “llevar el nombre de Dios a los gentiles”.
Dios tiene mejores planes que los nuestros, por eso necesitas un encuentro transformador, porque no encontrarás paz hasta el día que veas cara a cara a Dios y oigas su voz, ese día se levantará un nuevo hombre y una nueva mujer, diseñados por Dios para su gloria. ¿Lo deseas?
Ap. Julie de Romero.
Apóstol de la Federación C.C.N en Valencia.
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