Julie de Romero: Cambia una mujer y transformarás al mundo
Debemos mostrarle al mundo que hay otra forma de descubrir lo que es ser mujer
Opinión.- Si lees cada miércoles mi espacio, sabrás que escribo para el hombre y la mujer, pero hoy he tenido el sentir de escribirle a la mujer. Pensarás que este tema no es para ti, pero espera, seguramente estás rodeado de mujeres, una hija, una esposa, una madre, una hermana y más. Por eso te invito a seguir leyendo porque esto también te beneficia a ti. Iniciamos…
Ha sido largo el camino que hemos transitado las mujeres en la historia. Comenzamos con Eva la primera mujer, sexo femenino. Su trágica historia estuvo marcada por el dolor, el engaño, la pérdida, el rechazo, el desprecio, sentenciada y limitada en su liderazgo, era usada principalmente como elemento reproductivo, confinada a la maternidad como su única realización y plena felicidad. Este el inicio de nuestra historia.
Hoy día, entender a la mujer, no es fácil, incluso se torna complicado para nosotras mismas. Un día fuimos expulsadas del Edén y empezamos a vagar a nuestra suerte, pagando el precio del pecado, bajo la maldición de “tu deseo será para tu marido” y así nos extraviamos de nosotras mismas.
A partir de allí la relación con el hombre cambió. Adán la desconoció, la rechazó, se desconectó de ella, espiritual y emocionalmente. Nació la culpa, la acusación, el reproche, el castigo. El varón y mujer, que habían sido uno, ahora eran individuos separados, desconectados, sin comprenderse, desvalorándose continuamente. Ella perdió su voz ante el hombre, enmudeció, inhabilitó sus facultades de ser “ayuda idónea”, la que rodea al marido y ahora estaba en una cárcel, sola consigo misma.
A esto se suman años de olvido, desprecio, desvaloración. Se creía que éramos menos inteligentes, menos capaces, que éramos inferiores. El pecado tomó lugar, nos esclavizó a la insatisfacción, incomprensión y el desprecio.
El mundo y sus épocas dieron lugar a movimientos de mujeres valientes que encontraron en la protesta, una manera de hacerse oír y valorar, nació la competitividad, el demostrar quienes somos y lo que podemos aportar, pensamientos como: “si no nos valoran, entonces nos daremos a valorar”, “para eso nacimos” para ser “mujeres idóneas, útiles y capaces”, pero esta autoredención, esta forma de liberación y reconocimiento, esta búsqueda de igualdad desde el árbol del conocimiento del bien y el mal, ha traído como consecuencias más desequilibrio y extravío. Hoy los movimientos feministas radicales definen al hombre como “el opresor” “repulsivo” alimentando el sentimiento de “Misandra que es el odio, el desprecio al varón y todo lo masculino”.
Finalmente seguimos buscando nuestro lugar, nuestro Edén, y nuestro Adán. Como mujeres tenemos las mismas necesidades inherentes de todos los siglos que son afines a nuestra naturaleza. Ser amadas, cuidadas, respetadas, valoradas, útiles e incluidas. Eva sigue buscando su propósito y su lugar. Ella sabe que tiene mucho que aportar, solo necesita que se rompa la pared divisoria entre ella y su Adán, pero ¿Cuál Adán?
Esta redención y liberación no la puede lograr un hombre natural sino nuestro Adán espiritual, “Jesucristo”, que rompió la pared intermedia, nos libertó de la maldición del pecado y dijo en Gálatas 3:28. “Así que no importa si son judíos o no lo son, si son esclavos o libres, o si son hombres o mujeres. Si están unidos a Jesucristo, todos son iguales”.
Debemos mostrarle al mundo que hay otra forma de descubrir lo que es ser mujer, otra manera de vivir nuestra feminidad, que el mundo vea a la nueva mujer, la creada desde el costado de Cristo, la idónea, la capaz, la sabia, la valiente.
Este tipo de mujer cambia al mundo, porque ahora dejó de ser incomprendida, a ser una voz, una formadora, una guía, una ayuda. Ella es la nueva mujer del Edén que sabe que tiene poder en sí misma y lo usará para el bien de otros, mientras ella es reconocida y valorada.
Una mujer que cambia el mundo comienza con ella misma y afecta todo a su alrededor, porque la verdadera feminidad no es para control o manipulación, sino para su dignificación.
La redención de la mujer no se define como la “rebelión de la mujer” sino como “dignificación de la mujer” donde no hay competencia, rivalidad, rechazo, sino valoración, alta estima y honra.
Ap. Julie de Romero.
Apóstol de la Federación C.C.N en Valencia.
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@ccn.valencia