Julie de Romero: Nada es por casualidad
Sin duda alguna, en Zaqueo había una gran necesidad
Opinión.- Cuando Jesús entro en Jericó (Lucas 19:1-10), mientras pasaba por la ciudad, sucedió un encuentro que transformó no solo a una persona, sino a un territorio completo.
Como todos sabemos, Jesús no hace nada por casualidad, todo tiene una intencionalidad. Llegar a Jericó y tener un encuentro con Zaqueo era su intención. Pero ¿quién era ese hombre? ¿Por qué Jesús tenía interés en él?
La biblia lo describe como un hombre de baja estatura, más pequeño que el común, era un hombre rico, dedicado a recaudar impuestos para Roma, se dice que era un principal en esta materia. Esto generaba que sus compatriotas judíos lo despreciaran enormemente, por trabajar a favor de un sistema opresivo, injusto, explotador y porque los recaudadores eran corruptos, injustos, dados a robar al pueblo y aprovecharse de los más desvalidos.
En Roma las deudas por impuestos eran pagadas duramente, con pérdida de sus propiedades, cárcel y esclavitud. Zaqueo era un hombre muy conocido, despreciado, odiado, un traidor de su pueblo, lleno de codicia y avaricia. Pues bien, Jesús entró en Jericó justamente por este hombre. Zaqueo era el motivo de esta visita especial a Jericó.
Por su parte, Zaqueo tenía un interés especial en conocer a Jesús, el rabí que sanaba, echaba fuera demonio, que tenía un poder que no era de esta tierra, y como todo hombre ambicioso, deseaba estar cerca de los influyentes, aquellos que manejan poder. La grandeza de Jesús es que su poder y gloria no se compara con nada de lo que hay en este mundo, ni los más ricos, influyentes y poderosos pueden igualarse a su poder y gloria.
Sin duda alguna, en Zaqueo había una gran necesidad. A veces olvidamos que todos somos seres humanos, que tenemos necesidades que no pueden ser satisfechas con dinero, fama, renombre, logros, es la necesidad más profunda de todo ser humano que muchos la identifican como un espacio que no puede ser llenado con cosas, gente o logros, ese ser interior que necesita encontrarse con Dios, su amor, su perdón y su paz.
Cuán perfecto es el tiempo de Dios, el momento y la ocasión se unieron para un gran encuentro divino. Zaqueo se da prisa, corre un poco, habían muchísimas personas, decide no perder el momento, entonces ve un árbol alto y decide subirse a él, con curiosidad desea verlo, saber cómo es ese hombre que -según dicen- es diferente a todos los que él había conocido, con un poder tan extraño, hasta codiciable. Pues bien, Zaqueo creía controlarlo todo, pero en realidad era Jesús quien controlaba el momento; se dirigió directamente hacia donde estaba el hombrecito que él buscaba, se detuvo justamente bajo el árbol, levanta la mirada y allí estaba, sabía exactamente dónde lo iba a encontrar. No hay nada que se le escape a Jesús, no es que nosotros lo hayamos encontrado a él, es que él nos ha encontrado, quizás hoy sea tu día de encuentro divino y tú también puedas ver a Jesús.
Jesús es Rey, nada lo intimida, no hay fama o poder humano que lo limite; inmediatamente le dice “baja a prisa, hoy debo quedarme en tu casa”, qué autoridad tan grande, qué forma tan maravillosa de establecer su voluntad, aunque te ordena te sientes privilegiado de ser escogido, era imposible decirle “No”. Zaqueo estaba frente a un hombre diferente a todos los que había conocido; era cautivante, irresistible, misterioso, poderoso, amoroso, impactante. Es imposible dejar pasar a Jesús...
No todos entienden a Jesús, la gente murmuraba, porque sus métodos son diferentes, no juzga, no condena, se acerca con perdón y amor.
Fue en lo íntimo que Dios trasformó a Zaqueo, en su casa, compartiendo en la sencillez, en lo cotidiano de una comida, de una conversación. Jesús puede cambiar el corazón cuando lo invitamos a nuestra morada, cuando nos abrimos y le mostramos quiénes somos sin apariencias, cuando somos sinceros y transparentes. Fue en su casa donde Zaqueo se arrepintió, donde cambió de actitud, donde enmendó su conducta, donde fue libre y trajo un gran gozo para toda la ciudad, restituyendo lo robado, dándole a los pobres.
Jesús concluyó diciendo la célebre frase, “el hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que se había perdido”. Jesús es totalmente intencional y -créelo- nada es por casualidad. Quizás tú también estás en la lista de Jesús. Pronto tocará la puerta de tu vida y tu corazón. ¿Le abrirás, como lo hizo Zaqueo?
Ap. Julie de Romero
Apóstol de la Federación C.C.N en Valencia
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