Como todos saben, este fin de semana comienzan las fiestas carnestolendas destinadas a darle “riendas sueltas” a satisfacer las debilidades de la “carne”, antes de la Cuaresma, por lo que es común el baile y el exceso en las bebidas. Son los días en los cuales la gente se disfraza y hasta “echa agua sucia” a los vecinos; pero, también en los cuales se realizan caravanas con reinas de comunidades y se les tiran dulces a los niños.
Estos carnavales van a ser atípicos para los valencianos, pues estamos aún en medio de una terrible pandemia como la del coronavirus y se vive también una crisis económica que no permite el disfrute a plenitud que estas fiestas tenían en otrora, cuando el país era otro.
Recordando días pasados, la memoria nos lleva a los días más esplendorosos de los carnavales de la Sultana del Cabriales, en los cuales las calles se llenaban de gente y de enormes muñecos bailando, mientras decenas de grupos musicales tocaban música rítmica, en medio de un ambiente tan alegre como sano que podían disfrutar las familias. Me refiero a los días de los carnavales de Noel.
José Gregorio Guevara, conocido como Noel (por ser el dueño del célebre establecimiento “Manualidades Noel”) es un artesano que ama a su ciudad y se dedicó por muchos años a hacerle regalos muy especiales. Comenzó con la “calle de la Navidad” y luego pasó a hacer los carnavales más bellos que recuerdan los valencianos.
Para la “calle de la Navidad”, Noel adornaba en diciembre las aceras de la avenida Boyacá, entre calles Cedeño y Arismendi, donde precisamente estaba su casa materna, para ambientarlas con la atmósfera navideña. El recorrido comenzaba en la Cedeño y remataba entrando a su residencia, donde no sólo había diversos estilos de arbolitos, sino también varias clases de pesebres, así como cientos de adornos comprados en Europa y en Nueva York que hacían el encanto de todos los visitantes.
Luego, comenzó a encargarse de los carnavales, para los cuales diseñaba y confeccionaba, con sus manos de artesano, enormes muñecos cuyo interior era hueco para contener a una persona que saldría a la calle a bailar en medio de la algarabía que ocasionaban las bandas que entonaban todo tipo de música bailable, y que Noel se encargaba de traer de distintas ciudades del país. Me consta que se desplazaba varias veces al año a otros estados para escoger las orquestas y contratarlas para esos días. Todo, en medio de serpentinas y confetis que se tiraban a los niños que observaban los desfiles.
Son días para el recuerdo de una época que no volverá y que hoy tenemos que agradecerle a ese valenciano especial, a quienes todos conocemos como Noel.
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Por Vicente Gramcko