Opinión
Julie de Romero: La fe de la mujer sirofenicia
A lo mejor tú también has ido a Jesús pidiéndole un favor, una intervención, pero él también espera algo más de ti
7 de mayo de 2025
Opinión.- En el libro de Mateo 15:21-28 hay una historia verdaderamente increíble, que si la lees superficialmente no podrás entender todo lo que sucedió en ella, ¿por qué la respuesta áspera de Jesús a una mujer necesitada que esperaba su ayuda? Debemos partir de la verdad que Dios ama a todas las personas, que no siempre entendemos a la primera su manera de obrar, pero cuando ahondamos desde los lentes del amor de Dios, descubrimos un Dios bondadoso que no se resiste a la fe de sus hijos y sabe cómo provocar una mayor fe para que sucedan cosas imposibles.

En este relato, Jesús llega a la región de Tiro y Sidón, ciudades fenicias en la costa del mar Mediterráneo, al norte de Palestina, una región pagana, intentando apartarse de las multitudes que lo conocían y seguían, sin embargo, una mujer cananea, pagana, salió a su encuentro pidiendo ayuda a gritos por su hija que estaba terriblemente endemoniada, para la sorpresa de todos, Jesús se negó dos veces diciendo, “he sido enviado a las ovejas perdidas del pueblo de Israel” y la segunda, fue aún más fuerte “no está bien tomar el pan de los hijos y echárselos a los perrillos”. Nos podemos preguntar, ¿Es este el mismo Jesús compasivo, sanador, que no condena, perdona y restaura?

No siempre Dios hará todo tal cual nosotros pensamos que debe ser, finalmente él es Dios, pero sí debes estar seguro que él tiene un plan, tiene un propósito y nuestra tarea es saberlo descubrir y caminar en él.

Repasemos un poco la historia. Jesús llega a un territorio donde nunca antes había hecho un milagro, es más, ese fue el primero en esa región; buscaba pasar desapercibido a las multitudes que siempre lo apremiaban; tampoco era su tiempo de manifestarse a los gentiles; además, para los judíos esa respuesta áspera y despreciativa no era fuera de lo común (para Jesús sí) ya que ellos se consideraban como la nación escogida y los paganos eran vistos como perros o gente de segunda clase. Cualquiera sea la razón, es muy dura una respuesta así cuando pides una ayuda o un favor y es muy extraño este obrar del ser más compasivo que ha caminado por esta tierra. Pero Jesús estaba esperando de ella una respuesta llena de fe, porque sabía que no estaba frente a una mujer cualquiera, era una mujer de fe.

La fe marca la diferencia. Ella no había visto un milagro de Jesús, solo había oído de Jesús, tampoco estaba su hija presente, ella todo lo guerreó en fe porque “para el que cree todo le es posible”.

Como era una mujer de fe vio lo que otros no ven, reconoció en Jesús, al Hijo de David anunciado, al hombre venido de parte de Dios que tenía el poder para sanar a su niña. Ella no solo reconoció al mesías y su poder sobre la vida, la enfermedad, los demonios, sino que ella logró adelantar el reloj de Dios. Más tarde sería el momento de hacerles favores y predicar evangelio a los gentiles, pero ella logró adelantarse al tiempo establecido y lograr una gran apertura, una gran respuesta. Por eso la fe te adelanta y te abre caminos donde no lo hay.

La respuesta de Jesús habría hecho retroceder a muchos, pero no a una persona de fe. Jesús la probó porque sabía que ella era capaz de manifestar una fe aún más grande. Y esta fue la fe que brotó de su corazón necesitado, humillado, quebrantado que no mudó su confianza, ni esperanza a otros, sino que permaneció ante él. ¿Cuántos podrían seguir creyendo cuando Dios no responde tan rápido como se desea? cuando parece olvidarnos y hasta rechazarnos. Pero ella, solo esperaba el milagro de Jesús, no estaba intentando algo, ella estaba convencida que su respuesta estaba en Jesús.

Pero esos segundos, se sintieron horas de espera y ante esa frase inesperada, decidió humillarse aún más, diciéndole “sí Señor, pero también los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos”. La respuesta humilde, de fe y amor, asombró al Salvador que expresó ¡Oh mujer, grande es tu fe! Y su hija quedó sana desde ese momento. La humildad y la perseverancia rinden a Dios.

A lo mejor tú también has ido a Jesús pidiéndole un favor, una intervención, pero él también espera algo más de ti, como esta mujer, que creas por encima de lo que ves, oyes y sientes, que pongas tu confianza totalmente en él, que te humilles y lo reconozcas como el único que puede salvarte y librarte. ¿Estás dispuesto a asombrar a Dios con tu fe? Hoy es tu día.
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VÍA Equipo de Redacción Notitarde
FUENTE Julie de Romero