Opinión
Cita con la historia: Díaz Moreno y la ludopatía en la colonia
Pero estudiando al personaje nos hemos encontrado con un aspecto interesante. Su ludopatía, es decir, afición al juego, concretamente a los naipes
14 de marzo de 2025
Opinión.- En estos días seguramente se va a hablar mucho de Alonso Díaz Moreno. Ya hemos dicho que estamos de acuerdo con los investigadores e historiadores que desde el siglo XX han determinado que éste no es el fundador de Valencia, pero si fue un importante personaje de nuestro siglo XVI y entre otras cosas, alcalde de Borburata y de Caracas, así como también acaudalado ganadero y conquistador. Es el aspecto humano del personaje histórico que debe ser conocido para entender mejor la vida de las personas de la época y no verlos siempre como estatuas épicas sin rasgos de humanidad.

Pero estudiando al personaje nos hemos encontrado con un aspecto interesante. Su ludopatía, es decir, afición al juego, concretamente a los naipes.

La afición al juego de la baraja vino con los primeros conquistadores, que la practicaba todo el mundo, aunque esta costumbre era perseguida y castigada por la ley y por la iglesia. La primera referencia que tenemos en Venezuela al juego de naipes es muy tempranamente, en 1545, en un juicio donde el alcalde de Cubagua Francisco de Lerma, confesaba jugar:

“Este testigo y todos los demás alcaldes han pecado en ello, porque como la tierra sea corta y la gente viciosa, tienen por ejercicio pasar el tiempo en jugar a los naipes…”

Los juegos de nuestros antepasados eran, entre otros: banca o faraón, baceta, carteta, sancanete, treinta, cuarenta, cacho, flor, quince, treintay uno, descarga la burra y muchos otros que nos son desconocidos.

Este vicio que originaba escándalos, riñas y trampas. Fue prohibido por reyes, capitanes, alcaldes, oidores, obispos y cualquier cantidad de autoridades con pocos resultados.

Concretamente en Valencia encontramos que por un bando de 1761 el teniente Medinabeitia exigía autorización para el juego de naipes:

“...Y caso que por recreación en alguna ocasión quieran jugar los dichos naipes ha de ser precisamente con expresa licencia, que deberán ocurrir a pedirla para dar las providencias necesarias, a fin de que no solamente no jueguen personas miserables, esclavos ni otras semejantes, sino también por obviar pleitos y ruidos que ocasionan dichos juegos, como lo tiene acreditado la experiencia, lo que cumplan bajo la pena de seis pesos de a ocho reales...”.

Para tratar de controlar el vicio del juego, la fabricación y venta de las barajas fue monopolizada por la corona en 1778.

Pero volvamos con nuestro personaje Díaz Moreno, unos años atrás, a principios del siglo XVI. Los juicios de residencia son una especie de auditoría o rendición de cuenta que se le hacía a los funcionarios al finalizar su mandato. Hemos visto los juicios de residencia de Díaz Moreno al finalizar sus gestiones en Borburata y Caracas. Veamos:

Al finalizar su cargo como alcalde de Borburata, a Díaz Moreno se le hacen una serie de acusaciones, una de las cuales es “Haber consentido y participado en el juego de naipes”, por lo que se les condena a pagar una multa.

Veinte años más tarde, en 1576 Díaz Moreno es elegido alcalde de Caracas. Al gobernador Juan Pimentel le toca instaurar el juicio de residencia al alcalde saliente.

El primer cargo que le formula Pimentel a Díaz es:

“…durante el tiempo de su oficio consintió en jugar a los naipes más de lo permitido y debiéndoles castigar no lo hizo, antes jugó y consintió jugar en más cantidad…”.

En su acto de descargo el imputado se defiende así:

“Debo ser dado por libre de dicho cargo porque en esta ciudad los vecinos de ella son gente ociosa que muchas veces no tiene en que entretener y de necesidad a de haber alguna manera de entretenimiento y así lo permiten las leyes, que haya los tales juegos para recreación, mayormente lo que se jugó y juega en esta ciudad es en poca cantidad y no juegos excesivos para que por ello ninguno pierda…”.

En su sentencia el juez, al igual que en el caso de Borburata, lo condenó, esta vez, al pago de mil doscientos maravedíes.

Por Luis Heraclio Medina Canelón
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VÍA Equipo de Redacción Notitarde
FUENTE Editoría de Notitarde