Carlos A. Romero: La paz perpetua
Interesa preguntarnos ¿qué ha pasado para que observemos este agotamiento? Esto nos lleva a tres niveles de acción política. En primer lugar, el personaje
Opinión.- El presidente colombiano, Gustavo Petro, ha nombrado de nuevo a una figura controversial en un alto cargo de su gobierno, Armando Benedetti. Al igual que en otras ocasiones, esa decisión ha llevado a un rechazo muy grande. A esto se une la dispersión observada en una reunión de gabinete “al rojo vivo” y en el aumento de la violencia, tal como se está notando en la región del Catatumbo.
Esto significa ni más ni menos que en el momento de cumplirse casi tres años en el poder, se puede proyectar un rumbo negativo de una presidencia que prometió obsequiar muchas flores en sus comienzos y que con el paso del tiempo se han marchitado.
Interesa preguntarnos ¿qué ha pasado para que observemos este agotamiento? Esto nos lleva a tres niveles de acción política. En primer lugar, el personaje. Gustavo Petro trae un pasivo acumulado en todos los cargos y responsabilidades que ha tenido en su larga vida pública. Dos son las características que se le atribuyen: la informalidad y el personalismo.
En segundo término, en estos meses Petro no ha logrado constituir una coalición lo suficientemente fuerte para poder llevar adelante sus objetivos políticos y económicos. La plaza de toros la sigue dominando la vieja política encabezada por Álvaro Uribe quien junto con sus socios aspira que pasen los meses restantes y puedan retornar al poder y calibrar al gobierno de Petro como un accidente histórico.
En tercer lugar, las políticas públicas no han podido desarrollarse y por lo tanto se percibe un momento de parálisis nacional, en donde cada actor juega a su manera e interés y por lo tanto escasean los momentos de felicidad y de cordura. Quienes respaldan al Gobierno no tienen suficiente fuerza para defenderlo y quienes lo atacan están confundidos. Recordemos que el presidente Petro es una figura política especialista en “marear” a sus adversarios.
Un particular comentario se debe al fracaso del plan de paz total. Desde un primer momento, los “violentólogos”, (los especialistas en las guerras irregulares y en la violencia en general) advirtieron sobre la ingenuidad que contenía el plan ya que no comenzaba por el desarme. Y las FARC, el ELN y sus derivados no iban a entregar las armas sino después de unas garantías y pagos efectivos y respaldados por la comunidad internacional.
Así las cosas, la política en Colombia nos demuestra que ella es circular y que vuelven y vuelven los problemas que no se han resuelto, al menos desde la década de los cincuenta del siglo pasado. Esto nos lleva a preguntarnos hasta qué momento podrá el actual gobierno sostener las expectativas sobre un cambio que no se ha dado, a pesar de tantas promesas ofrecidas en el año 2022.
Es menester nombrar también la política exterior. Las relaciones con Estados Unidos y con Venezuela no se han sostenido en el tiempo y han cambiado de colores abriéndose así una grieta enorme difícil de reparar. De hecho, no se sabe cuál objetivo se tiene con este instrumento diplomático. Así está Colombia en estos días y su pueblo sufriendo los rigores de un país que no está bien.
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Carlos A. Romero