Por sus calles aún caminan sueños y realidades, fantasmas, tradiciones, personajes populares, misterios, alegrías, es decir la vida misma, esa pequeña historia que tratamos de recoger y atesorar para preservar su memoria. Por eso mantiene su identidad y se diferencia de la cuidad que se acercó a sus predios.

Tomó su nombre del Cacique Inagoanagoa que en lengua indígena significa “abundancia de agua,” quién habitó este valle disfrutando de la caza y pesca abundante, del agua limpia de sus ríos y quebradas y de la brisa fresca que baja de las montañas del norte a la que se suma con aroma de mar la que se cuela del Caribe a través del abra de Las Trincheras.

No se reseña la fecha de su fundación y de sus inicios puede decirse que a finales del siglo XVIII se creó un movimiento orientado a formalizar la petición para la creación de un curato con el fin de satisfacer las necesidades espirituales de las más de 1600 almas que para esa fecha poblaban el valle, y solo se hacía necesario la ubicación de sus habitantes dispersos para establecer definitivamente el poblado. Para ese fin fue seleccionada la sabana del Bucare que fue donada por los hermanos Don Manuel y Don Jacinto Montesinos. No existiendo fecha de su fundación se toma como referencia el 14 de mayo de 1782 por ser la fecha de la elevación del valle de Naguanagua a la categoría de Parroquia Eclesiástica para marcar el inicio de Naguanagua como pueblo, pudiendo también en justicia reconocerse a los hermanos Don Manuel y Don Jacinto Montesinos como sus benefactores, ya que donaron la sabana del Bucare para su establecimiento.

A mediados del siglo pasado el casco central del pueblo aparte de la Plaza Bolívar y sus dos iglesias --la vieja y la nueva-- tenía seis calles de norte a sur y cinco calles de este a oeste. Lo atravesaba la carretera que unía a Valencia con Puerto Cabello que en su trayecto a través del mismo fungía de Avenida Bolívar, de tal manera que la carretera se convertía en avenida Bolívar donde comenzaba el pueblo, y se continuaba nuevamente en carretera donde éste terminaba. La línea del tren pasaba al oeste del pueblo existiendo una estación Inglesa donde paraba el tren para dejar pasajeros y abastecerse de agua. Su lento ascenso hacia La Entrada era propicio para hacer la travesura de acostarnos en la vía en la vía saliendo todos en estampida cuando estaba relativamente cerca.

 
Del otro lado de la línea del tren se pobló Tarapío con sus cinco calles de este a oeste. La primera se correspondía con lo que hoy es la avenida Universidad. Su población era de diversas procedencias pero rápidamente se integraron y pasaron a ser naguanaguences. Los naguanagueros “uña en el rabo” eran los residentes en el casco central del pueblo. Estos últimos eran los que se ofendían cuando les decían “naguanaguero, come yuca” a lo que respondían con un airado recordatorio de la progenitora del osado que profirió la ofensa.

Después se continuo poblando Naguanagua hasta llegar a ser el pujante municipio universitario que hoy conocemos que sobrepasó con creces los límites de la Sabana del Bucare. Hay tantas cosas que decir que lo mejor es no decir más nada y concluir con un ¡Feliz cumpleaños Naguanagua!

Por Roberto Guinand C. Naguanagua 9/ 05/2022