Opinión
Luis Heraclio Medina Canelón: LA HISTORIA DE LA BOINA UNIVERSITARIA VENEZOLANA
"Pocos conocen cual es la historia de este distintivo exclusivo de los universitarios venezolanos"
6 de mayo de 2022
Opinión.- Es común ver a los universitarios de toda Venezuela (profesores y estudiantes) usando una boina azul; en actos protocolares, en marchas, conciertos de estudiantinas y grupos musicales. Pero pocos conocen cual es la historia de este distintivo exclusivo de los universitarios venezolanos que los diferencian de otros universitarios alrededor del mundo.

Era 1927 … Venezuela sufría la terrible dictadura de Juan Vicente Gómez. La universidad seguía aletargada por años de tiranía. Un buen día, dos jóvenes caraqueñas, Maria Luisa y Lola Blanco Meaño, se entretienen con un catálogo de ventas de una tienda francesa y se les ocurre comprar algo para vender entre sus amistades y encargan un lote de 200 boinas azules. A principios de 1928, recibida la mercancía, visitan a las chicas dos jóvenes universitarios: Miguel Otero Silva y Uberto Mondolfi, quienes se llevan encantados sendas boinas. Son los primeros estudiantes en utilizar la distintiva prenda que estrenan en una de las fiestas que se hicieron antes del Carnaval y luego las usaron todos los días para ir a clases, donde causaron sensación entre sus compañeros que acudieron en tropel donde las Meaño, quienes regalan todas las que les quedaban a los muchachos que en esos días organizaban las festividades carnestolendas, que tenían como fin obtener fondos para establecer una “Casa del Estudiante” que apoyaría a los estudiantes necesitados, especialmente a los del interior.

Recuérdese que Gómez había clausurado casi todas las universidades del interior del país.
 
Vino luego el desfile de Carnaval, donde los estudiantes, por primera vez, lucieron en público sus boinas. Frente al panteón nacional, un jovencito margariteño, Jóvito Villalba, improvisa un emocionante discurso, que hace vibrar a los presentes. Sigue el desfile hasta la Plaza Ribas, donde habla el estudiante Joaquín Gabaldón Marquez, que recuerda la gesta de Ribas , allí habla de “los muchachos que al amanecer de un febrero marcharon hacia la muerte y la victoria”…en ese momento los estudiantes gritan “hurras” y lanzan sus boinas al aire.

Al día siguiente, se realiza otro desfile por las calles. Allí se estrena un extraño e indescifrable estribillo “Saca la pata lajá”, algunos atrevidos le agregan: “Abajo el Bagre” “Muera el Bagre” (así llamaban popularmente al dictador).
 
Muchos de los estudiantes que participaron en estos actos fueron encarcelados. Luego sus compañeros, solidariamente se entregaron en la policía. La dictadura, ni corta ni perezosa los mandó a todos para el Castillo de Puerto Cabello. Las señoritas de la sociedad caraqueña, junto a sus madres, abandonan su vida de frivolidad y encierro y luciendo las boinas azules salieron también a protestar la prisión de los muchachos. Es de notar que algunos pseudohistoriadores han tratado de apropiarse las luchas de aquellos estudiantes atribuyéndola la doctrina marxista, lo cual es totalmente falso: entre los estudiantes había muchachos de las más diversas tendencias, como por ejemplo Armando Zuloaga Blanco, heredero de una familia muy acomodada, muy conservador, Carlos Emilio Fernández, hijo de un alto personero gomecista y Germán Suarez Flamercich, quien fuera presidente en la Junta de Gobierno junto con Marcos Pérez Jimenez, todos conocidamente anticomunistas.
 
Al año siguiente, volvemos a ver a un puñado de valientes estudiantes venezolanos portando su boina azul, pero ya no es en manifestaciones pacíficas, ni en bailes, ni en las aulas. Los estudiantes están convencidos de que dictadura no sale con marchas ni desfiles, sino con plomo. Es así como un grupo de bachilleres venezolanos pertenecientes a familias muy acomodadas, que se encontraban en varias universidades del mundo, abandonan las aulas y se incorporan a la expedición del general Román Delgado Chalbaud. Una veintena de muchachos de lo mejor de la Venezuela de esos tiempos, cambian los libros por el fusil y se embarcan en el “Falke” desde Polonia hasta Cumaná para regar con su sangre las playas de su amada Patria. Queda el recuerdo de esos muchachos, que orgullosos posaron para el fotógrafo con sus boinas azules y sus uniformes del fracasado ejército liberador, horas antes de que pasaran a la inmortalidad. Venezuela tiene una deuda pendiente con esos valientes, debemos recordarlos siempre.

Por Luis Heraclio Medina Canelón

M.C. de la Academia de Historia del Estado Carabobo
@luishmedinac
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VÍA Karla Oviedo
FUENTE Editoría de Notitarde