Opinión
Cita con la historia: Historia de los grillos (segunda parte)
El grillo consistía en dos arcos de hierro, con un anillo por el que pasaba una pesada barra de unos 60 cm de largo
26 de enero de 2024
Opinión.- En la primera entrega hablamos de los grillos como herramienta de aseguramiento de los prisioneros en la antigüedad y establecimos la diferencia entre los grilletes con bola que sujetaban a los presos-esclavos (generalmente campesinos u obreros capturados en algún alzamiento) en las haciendas de los jerarcas del gomecismo y en contados casos en la construcción de algunas carreteras. Hoy queremos escribir sobre los grillos de las cárceles, que eran algo distinto.

El grillo consistía en dos arcos de hierro, con un anillo por el que pasaba una pesada barra de unos 60 cm de largo, que tenía en un extremo un pequeño orificio donde se remachaba una clavija o pasador que llamaban “chaveta”. Los clasificaban según su peso en libras: los más terribles eran los sesentones (60 libras o sea unos 30 kg), cuarentones y “chiquitones” que pesaban unos diez kilos. Estos grillos causaban una inmovilización casi total del preso, por lo que eran utilizados sólo en las cárceles y jamás en las haciendas o carreteras. A los oficiales detenidos, a los profesionales y otros presos de mayor valor intelectual no se los sacaba nunca de las prisiones, por eso ellos eran las víctimas de los verdaderos grillos. El escritor y periodista carabobeño Carlos Brandt escribió en su obra “La época del terror en el país de Gómez” al referirse a su médico el Dr. Eudoro López:

Al llegar al calabozo le remacharon unos cuarentones a este médico cuya reacción ante los grillos fue de pura indignación, y no de anodadamiento, como la mía, ni de indiferencia como la de Garrido, ni de desesperación, como la de González Salas y el Dr. Reyes.

¿Dónde los se usaban y fabricaban? No en todas las cárceles había grillos. Sólo era en las penitenciarías, donde el régimen sepultaba en vida a los adversarios más peligrosos: en la Rotunda de Caracas, en el Castillo de Puerto Cabello y en el Castillo de San Carlos de la Barra del Lago de Maracaibo y posiblemente en el penal de las Tres Torres de Barquisimeto. Los de la Rotunda en Caracas eran fabricados en la llamada “Escuela de Artes y Oficios” una especie de antiguo INCE, donde había las maquinarias para trabajar con las pesadas barras de hierro. Los del Castillo de Puerto Cabello eran hechos en los talleres del Astillero Naval, dotado de maquinarias para el trabajo pesado.

El Cirineo: En las el Nuevo Testamento aparece un personaje conocido como “El Cirineo”, que es un buen hombre que ayuda a Jesús a cargar su Cruz en el camino del martirio. Pues bien, los presos engrillados inventaron un sencillo dispositivo que era un mecate, cordel o trapos amarrados en forma de cuerda, que ataban a los dos extremos de su grillo y lo pasaban por el cuello para levantar los pesados hierros unos centímetros del suelo y poder caminar algo.

La idea era que una vez remachado a los tobillos, el preso estuviera inmovilizado por un tiempo indeterminado; por eso los había de distintas “tallas”. Pero, al igual que la ropa, a veces no quedaban bien ajustados, y en esas afortunadas ocasiones el preso podía quitárselos para dormir.

Son innumerables los documentos recogidos en el Boletín del Archivo Histórico de Miraflores, donde se narra como a algún preso ordenaban expresamente colocarle de los más pesados, a veces por órdenes directas del mismo Juan Vicente Gómez. Hay una carta de Camero (jefe de la prisión) a Gómez quejándose de otro funcionario, Pompilio Osuna, que quiere quitar los grillos a los pesos:

trató de quitar los grillos a los presos, pero yo me opuse diciéndole que ellos estaban de ese modo porque así lo había dispuesto usted”.

Luis Heraclio Medina Canelón
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VÍA NT
FUENTE Editoría de Notitarde