Cápsulas históricas: Los últimos días de Miranda
Su muerte fue de las más melancólicas de los próceres americanos
Opinión.- La muerte de Francisco de Miranda fue de las más melancólicas de los próceres americanos. Su último tiempo en prisión fue desesperado, a pesar de que no se le tratara como un preso común.
En Cadiz, en la Cárcel de las Cuatro Torres, parte del Fortín de La Carraca, era considerado como prisionero de alta peligrosidad pero aún así contó con comodidades con las que no contaba ningún preso, incluso hasta el respeto de los soldados de la cárcel.
El director de la prisión, Juan Manuel de Carranza, autorizó que no comiera la comida de la cárcel y una biblioteca con obras de Horacio, Virgilio, Cervantes, así como periódicos y elementos para escribir, eso sí, bien vigilado.
Para 1814 se nota su desespero, el 30 de junio le escribe una carta al Rey Fernando VII decepcionado por lo que pasaba en Venezuela, se ofrecía a ayudarlo a acabar con la guerra, para que lo dejaran vivir su exilio en Rusia.
Miranda escribe: "Suplico [...] se digne disponer que mi persona sea puesta en libertad, empleándola si se juzgase conveniente, en cooperar a la pacificación de aquellos Países, y su reunión con la Madre Patria; o concediéndome el competente permiso para retirarme a la Rusia en donde tengo bienes de fortuna y la protección necesaria de aquel Gobierno para vivir honesta y tranquilamente el resto de mis días". Nunca obtuvo una respuesta.
Sus días en La Carraca se pasaron entre cartas a sus amigos ingleses para planear un escape, incluso tuvo varios intentos que no salieron bien. También tuvo un sirviente, otro preso llamado Pedro José Morán, a quien le pagaba un sueldo, pero con los años también empezó a quedarse sin dinero y sin apoyos.
En marzo de 1816 cuando estaba todo listo para un intento de escape, sufre un ataque apopléjico. Para el 14 de julio de 1816, a la 1:05 de la madrugada moría en su celda luego de otro ictus fulminante. No se sabe si su cuerpo lo lanzaron a la marisma o a una fosa común.