Cápsulas históricas: La nobleza del Mariscal Sucre
En la vida pública de los hombres de fama y fortuna es realmente complicado encontrar a un personaje que rechace una vida de gloria para reemplazarla por una vida familiar
Opinión.- En la vida pública de los hombres de fama y fortuna es realmente complicado encontrar a un personaje que rechace una vida de gloria para reemplazarla por una vida familiar, sin ostentaciones ni títulos, sin el vitoreo de las masas y la pomposidad del poder, es allí donde se descubre la nobleza de un hombre como el Mariscal Antonio José de Sucre, que a pesar de su juventud mostró la madurez de un hombre sabio, uno que quería alejarse por todos los caminos posibles del poder, la política y la gloria que le habían generado sus hazañas.
Bolívar lo tenía en tal estima personal que buscaba en todo momento otorgar poder y títulos a la ya más que merecida gloria de Sucre, pero el jóven mariscal quería algo más sencillo, aunque más profundo: El amor de su esposa y su hija así como la belleza de lo simple en una vida tranquila, por lo que pasó mucho tiempo escribiendo desde Bolivia, cartas al Libertador para que lo liberara de sus responsabilidades militares y políticas, y que en virtud de sus servicios pasados a la causa de la libertad, lo dejara regresar a casa con los suyos.
El 6 de junio de 1826, Sucre le escribe una de las tantas cartas a Bolívar donde demuestra parte de su indiferencia con el poder, que otros, con menos escrúpulos, habrían perseguido hasta el cansancio:
"Confieso que tiemblo con la idea de mandar ningún pueblo, mucho más si usted se aleja, aunque tenga que forzar mis inclinaciones y mi carácter, aunque tenga que comprometerme, aunque esté aburrido con el mando, si usted quiere y me exige que me quede ¿Qué hacer? me estaré en Bolivia como usted desea. Pero le suplico que mi permanencia aquí no pase de este año y el que viene. En ese tiempo no perderé un momento para plantear la Constitución y las leyes.
