El Concejo de la Valencia hispánica era de gran importancia para el desenvolvimiento de la vida de la ciudad, quizás más que la alcaldía de hoy en día, ya que tenía a su cargo la salud pública (mantenía el único hospital: El Hospital San Antonio de Padua, hoy Casa de La Estrella) y la educación (sostenía las escuelas públicas), así como la seguridad y justicia.

 
Tan pronto se supo de la derrota realista en Carabobo gran cantidad de venezolanos y peninsulares partidarios del régimen monárquico se escondieron o fueron a refugiarse tras las murallas de la ciudadela de Puerto Cabello, por temor a represalias, venganzas y ajusticiamientos, quedando el Concejo con varias vacantes.

 
Aunque muchos se sorprendan al leer esto, los concejos de los tiempos hispánicos eran bastante democráticos; sus miembros eran elegidos por elecciones de los vecinos y como era de esperarse en una elección democrática, ambos bandos tenían representación edilicia. Tanto es así que los munícipes estaban divididos prácticamente de por mitad. En efecto, el 24 de septiembre de 1820, casi un año antes de la batalla de Carabobo y todavía dominada la región por las fuerzas del rey, se había hecho la votación para las autoridades municipales de Valencia y cuatro de los regidores (equivalentes a los concejales de hoy) eran simpatizantes de la independencia. Sus nombres eran Gerónimo Windevoxhel, Antonio Landaeta, Miguel Martínez y Miguel Vera, el secretario. Incluso el alcalde elegido era Windevoxhel, simpatizante de la independencia. Los otros cinco eran realistas.
Aquí es bueno aclarar que, en el siglo XIX, antes y después de la independencia, no votaba todo el mundo: solamente los hombres libres, mayores, y de cierta solvencia económica. No votaban mujeres, esclavos, menores, presos o insolventes.

 
Una de las primeras medidas de El Libertador, luego de la victoria de Carabobo, es empezar a acomodar el nuevo orden de cosas. En esos días ordena por intermedio de Briceño Méndez:

“Que no se pierda un momento en la organización de los pueblos que están casi abandonados, que se nombre en cada uno de ellos el Alcalde Justicia, escogiéndolo entre los más patriotas y activos; que se establezca la posta regularmente; que se nombre un Juez de Secuestros que embargue y ponga en administración los intereses y propiedades del Gobierno Español y de los emigrados; pero que esta elección sea muy acertada para evitar los fraudes y robos que ha habido siempre en los bienes secuestrados” (Archivo del Libertador, oficio del 28 de junio de 1821, documento 5803). Interesante documento que también nos revela que las malas mañas con los dineros ajenos son de vieja data.

Después de reuniones previas de los regidores que se quedaron en Valencia, con las autoridades militares se procedió a designar (no a elegir) a los miembros faltantes del Concejo, previo el visto bueno del Libertador. En aquellos tiempos se elegían dos alcaldes de la ciudad y dos “alcaldes de campo” (tenían funciones de tipo policial, encargados de reprimir el robo de ganado y otros delitos en los campos), los regidores (concejales) y el procurador (representante de los vecinos ante el cabildo y de la municipalidad ante las otras autoridades).

El Concejo quedó compuesto así;

Alcalde Primero Gerónimo Windevoxhel (ratificado), Alcalde segundo Miguel Zalasar, regidores: Francisco Antonio Landaeta, Francisco Antonio Malpica, Diego Escorihuela, Bartolomé Rolan, y Francisco Páez, Síndico Procurador Carlos Calvo, Alcaldes de campo: Luis Lovera, y Francisco Sandoval. Paradójicamente, este primer Concejo republicano no fue elegido popularmente, sino “a dedo”, entre los simpatizantes de la independencia, lo que se explica por lo complejo de la situación política del momento. Cosas de la guerra.

 

@luishmedinac