Claudio Fermín: Les estorban los venezolanos y necesitan petróleo y gas
Son factores económicos y condicionamientos geográficos, entre los más importantes, los que orientan de manera sólida las acciones de los Estados
Opinión.- No es el empeño de quienes desde el poder pretenden imponer sus caprichos, planes hegemónicos, venganzas, o convicciones, lo que al final sirve de brújula al comportamiento de los gobiernos. Son factores económicos y condicionamientos geográficos, entre los más importantes, los que orientan de manera sólida las acciones de los Estados. Más temprano que tarde, las arbitrariedades de jefes políticos y grupos de presión son desechadas por decisiones racionales que atienden a las conveniencias económicas de los pueblos.
Una abierta conspiración se puso en marcha después de la muerte de Hugo Chávez, aprovechando la grave contracción económica y la llegada al poder de un Presidente al que veían sin liderazgo propio y sin fuerza para contener la estrategia de agravamiento de la crisis que se trazaron sectores de oposición en connivencia con potencias extranjeras.
Calentaron las calles; promovieron la abstención para distanciar al común de salidas democráticas convencionales; alimentaron la inmediatez, el cambio político adelantado, la “salida ya”, presentada como interpretación ética de la urgencia nacional en contraposición al “colaboracionismo” de quienes llamaban a votar y a esperar el momento electoral para el deseado cambio. Revivieron la idea del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) y se apoyaron en la Organización de Estados Americanos, politizada por Almagro, para crear la expectativa de una invasión militar por parte de países vecinos. Trastornaron el imaginario colectivo con esas manipulaciones.
El mayor logro fue haber contado con aliados en el Departamento de Estado que convencieron a Obama de declarar a Venezuela una amenaza para los Estados Unidos. Con base en esa absurda y desproporcionada declaración Trump bloqueó económicamente a Venezuela. Se cercenó la libertad de comercio de nuestro país y comenzó desde 2017 la tarea casi imposible de vender nuestro petróleo.
Un atentado contra nuestra existencia como nación. Se cerraron las puertas de la reactivación económica. Por más que Maduro demostraba que él no era Chávez, la decisión de derrocarlo estaba tomada. De nada valió que Maduro no incurriera en expropiaciones como su predecesor, o que permitiera la libre circulación del dólar y eliminara el control de cambios y el control de precios. De nada sirvió que abriera el mercado de valores y espacios en empresas del Estado para esas inversiones y que lanzara el proyecto de Zonas Económicas Especiales. Los repetidos diálogos con partidos de oposición, con Rodríguez Zapatero de facilitador y otros en República Dominicana, Noruega, Barbados y Caracas eran ignorados como señales de cambio.
Al gobierno había que asfixiarlo impidiendo la venta de petróleo y aislándolo. Eso anulaba su capacidad de respuesta, por tanto crecería la pobreza y el descontento haría metástasis. El perverso plan avanzó. Organizaron golpes de Estado. El bloqueo hacía de las suyas. Pero no hubo cambio político, no tumbaron a Maduro.
Una economía destruida, en la que la producción petrolera, agropecuaria, e industrial habían sucumbido antes de llegar Maduro, en la que los apagones y la escasez de agua eran el pan de cada día, ahora se mostraba moribunda con el bloqueo económico. Todo empeoraba con las sanciones. Inventaron el gobierno paralelo de Guaidó y con las decisiones de la Asamblea Nacional por él presidida y respaldada por el G4 entregaron CITGO, Monómeros, el oro en Inglaterra, a la vez que aplaudían el secuestro de las cuentas del Estado venezolano en el extranjero. El país empeoró. Desde 2017, hace siete años, ante tanta incertidumbre, viéndose sin futuro, aumentaron los venezolanos que huían a otras tierras buscando una vida. El bloqueo trajo más miseria y menos futuro, pero no trajo cambio político.
El agravamiento de los problemas no fue sólo para Venezuela. Los países de la región vieron aumentar considerablemente los inmigrantes venezolanos. Llegaban en grandes oleadas, en especial después del bloqueo. El éxodo que mostraban como evidencia de la mala situación económica de Venezuela y los llevó a justificar sanciones contra nuestro país, ahora se les convertía en pesada carga económica. Su demografía cambió. Sufrían en carne propia los daños del bloqueo. Por eso acudieron presurosos altos funcionarios de esos países a la Conferencia convocada por el presidente de Colombia el pasado 25 de abril, a pedir el cese del bloqueo.
La Unión Europea, tan severa en lo del bloqueo, de posiciones tan rígidas en la promoción de más sanciones para Venezuela, se hizo representar en la Conferencia Internacional de Bogotá por Josep Borrell, quien admitió que el gas venezolano es una necesidad para España y otros países, que el bloqueo debe cesar. Las empresas petroleras europeas cuestionan la posición subalterna de sus gobiernos con el Departamento de Estado norteamericano y levantan la voz: ¿por qué licencias a Chevrón y no a nosotros?
Los altos funcionarios enviados por Biden a la Conferencia convocada por Petro saben que su gobierno paga los graves errores de la corriente reaccionaria y golpista del partido republicano que impulsó con Trump el bloqueo y a Guaidó. La guerra en Ucrania ha puesto de bulto sus necesidades energéticas y no están dispuestos a enfrentar la venidera campaña electoral con signos inflacionarios. Ya no les conviene el bloqueo al petróleo venezolano. El precio de la gasolina manda en elecciones. Se llevan a Washington el reclamo del cese del bloqueo como la mejor herramienta para justificar el giro que quieren darle a los desaciertos de Trump.
Los políticos norteamericanos, europeos y suramericanos, que hasta hace poco promovieron y respaldaron el bloqueo económico en contra de Venezuela ya no llaman al golpe de Estado, ya ni se acuerdan de Guaidó. Ahora hacen esfuerzos por desmontar el conflicto venezolano. Dicen, de la boca para afuera , que es por nuestra democracia, pero todos sabemos que les estorban los migrantes venezolanos y que necesitan petróleo y gas.
Por Claudio Fermín