En aquel viejo Puerto Cabello podíamos distinguir dos partes perfectamente diferenciadas: Lo que llamaban “Puerto Adentro” o “la Ciudadela” que ocupaba buena parte de lo que hoy es el centro histórico, que estaba separada del exterior por una serie de murallas y empalizadas defensivas. Igualmente había unas pequeñas fortificaciones llamadas “baluartes”. En otras partes la separación del exterior eran zonas cubiertas por las aguas. A esta parte se accedía por un puente levadizo, como el que vemos en los castillos europeos. Dentro de esta ciudadela vivían las personas más prominentes de la ciudad y se encontraban las oficinas oficiales, como el ayuntamiento o la antigua Casa Guipuzcoana.

 
La otra parte de Puerto Cabello era llamada “Pueblo Afuera” o los arrabales y no estaba protegida por fortificaciones o empalizadas. Lejos, en el cerro El Vigía estaba el Fortín Solano.

 
Y fuera de todo esto, hacia el norte, mar de por medio, el Castillo San Felipe, completamente aislado de la ciudad.

El combate que ocurre el 7 de noviembre, conocido en la historiografía como la “toma de Puerto Cabello” se desarrolla en la ciudadela, no en el Castillo. Lamentablemente la fantasía de los artistas que crearon los escudos tanto del Estado Carabobo como del Municipio Puerto Cabello, incurrieron en una excesiva “licencia artística” al inventar unos jinetes llaneros atravesando el mar para ir a asaltar el castillo. Esto jamás fue así. La acción de la toma de Puerto Cabello fue ejecutada a pié, no a caballo, por 400 hombres del batallón Anzoátegui y cien llaneros que no fueron montados.

 
La estrategia de Páez consistió evitar un ataque frontal a las fortificadas posiciones de los realistas en la ciudadela.

 
Informaron a Páez que había una especie de sendero en la pantanosa laguna que rodeaba la ciudad, senda casi desconocida, por la que se podría llegar por la retaguardia del enemigo. Entonces Páez ordena que en horas de la noche y por sorpresa sus hombres atravesaron la laguna y luego de 4 horas de camino entre el lodazal, con el agua al pecho, en plena oscuridad, cayeron por sorpresa sobre el enemigo, mientras que otras tropas hacían un amago de ataque frontal para distraer a los defensores de la ciudad y evitar que enviaran refuerzos a donde realmente se producía el combate. Los sorprendidos realistas fueron derrotados en cosa de media hora. La ciudad estaba tomada. Sólo quedaba el Castillo San Felipe, que si bien era una fortaleza, era lo único que quedaba en Venezuela en manos de España, aislado y sin recursos o provisiones.

Tres días después, y ante la inutilidad de continuar con un inútil derramamiento de sangre y luego de varias conversaciones los contendientes firmaron la capitulación o rendición del castillo. Esta vez no hubo combate alguno. Tampoco hubo prisioneros. Se permitió a los realistas rendidos retirarse con honor en una ceremonia militar. Sa arrió la bandera española de acuerdo al protocolo. Sonaron descargas de artillería y los tambores hicieron los honores militares a los que se retiraban. De acuerdo al documento de capitulación Colombia proporcionó los buques para evacuar pacíficamente a la guarnición del castillo rumbo a Cuba y el 15 de Noviembre abandonaron Puerto Cabello, con sus espadas, uniformes, familiares y equipajes. Ese fue el último día de tropas del rey de España en Venezuela.

 
Por Luis Heraclio Medina Canelón
M.C. de la Academia de Historia del Estado Carabobo