Opinión
Arnaldo Rojas: La banalidad del mal
En febrero de 1960, Hannah Arendt, una filósofa alemana de origen judío, fue contratada por el periódico estadounidense New Yorker
25 de febrero de 2023
Opinión.- Se cumplen 60 años del legendario reportaje de Hannah Arendt sobre “la banalidad del mal” donde, a partir del juicio a un criminal de guerra, se preguntó: ¿Cómo puede alguien participar en la muerte de millones de personas y no sentir culpa o arrepentimiento? También advirtió sobre el peligro de normalizar los discursos de odio.

En febrero de 1960, Hannah Arendt, una filósofa alemana de origen judío, fue contratada por el periódico estadounidense New Yorker para cubrir la noticia del juicio histórico de Adolf Eichmann, un funcionario del partido nazi cuya labor fue la de planificar y organizar la deportación masiva de judíos a campos de concentración para ser exterminados. En 1961, Eichmann fue juzgado y condenado a muerte por haber cometido crímenes contra la humanidad. La experiencia de Arendt a lo largo del proceso judicial resultó en un texto a medio camino entre el reportaje, la crónica y el ensayo filosófico que tituló ”Eichmann en Jerusalén: Un estudio sobre la banalidad del mal”.

La idea de la “banalidad del mal” fue una de sus principales conclusiones al observar el comportamiento de Eichmann, sus respuestas frente a las acusaciones que se le hicieron, su reacción de cara a los actos infames que cometió y que se le mostraron durante el juicio. Arendt analiza la personalidad de Eichmann como la de un hombre común y corriente, ni demoníaco, ni monstruoso, y al que seis informes psiquiátricos dieron por “normal”. En cuanto al problema de conciencia, Eichmann alegaba que simplemente se había limitado a “cumplir órdenes” y que habría tenido un peso de conciencia si no las hubiese cumplido. Las órdenes recibidas fueron enviar a la muerte a millones de hombres, mujeres y niños, y el las cumplió con la mayor diligencia y meticulosidad.

Arendt se dio cuenta de que toda esa “maldad” que, a ojos del mundo, era el rasgo principal de las decisiones tomadas por Eichmann, para él era una realidad trivial, cosa de todos los días, ya que simplemente estaba "haciendo su trabajo”, una especie de conciencia de la inconsciencia. De hecho, ese fue uno de los puntos centrales de la defensa de Eichmann: que, en última instancia, él únicamente seguía las reglas y los procedimientos del régimen al cual pertenecía.

“Eichmann en Jerusalén: Un estudio sobre la banalidad del mal” pasó a ser un libro que se considera uno de los análisis fundamentales sobre esa perversa y compleja cualidad del ser humano: la capacidad de hacer daño a otros, a veces hasta niveles verdaderamente increíbles, como ocurrió durante el régimen nazi –y como sigue ocurriendo hasta nuestros días–, sin que ello genere algún tipo de arrepentimiento en las personas que perpetran dicho mal.

60 años después este análisis tiene plena vigencia y una de sus principales lecciones es que no debemos normalizar los discursos de odio. Mucho de lo que se hizo durante el régimen nazi es, de hecho, consistente con los mismos procedimientos que se llevan a cabo actualmente en diversos ámbitos de la vida social, tanto en espacios de gobierno (como Donald Trump y sus seguidores asaltando el congreso de EE.UU. o Bolsonaro en Brasil con el genocidio de los Yanomami, por solo citar dos ejemplos) así como en el espacio cotidiano (violencia doméstica, femicidio), la industria, el comercio, el cine y las redes sociales con sus fake news (noticias falsas) y donde, por cierto, se tiende a banalizar todas las cosas.
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VÍA NT
FUENTE Editoría de Notitarde