Las enseñanzas de Jesús en el Sermón de la Montaña (Mt 5) son exigencias no fáciles de seguir
Opinión.- Las enseñanzas de Jesús en el Sermón de la Montaña (Mt 5) son exigencias no fáciles de seguir.
Por ejemplo, al antiguo precepto de “No matarás”, Jesús agregó el insulto, la ira, la agresión, el desprecio, el resentimiento contra alguien. Si esto es así, debemos preguntarnos cuando vamos a Misa y a comulgar si hemos perdonado realmente a los que nos han hecho daño; si hemos pedido perdón a quien hemos ofendido; si todavía tenemos resentimientos contra los demás. El perdón es difícil, es cierto, pero es uno de esos preceptos exigentes que Jesucristo nos dejó. Si nos cuesta, pidamos esa gracia al Espíritu Santo.
Otro perfeccionamiento a la Antigua Ley se refiere a que con el solo deseo ya hemos faltado. Es decir, aunque no materialicemos un acto contra la Ley, con sólo desearlo ya la estamos infringiendo. O sea que el solo deseo de algo no acorde con el amor a Dios y al prójimo, ya es una falta. Por eso nos dice, por ejemplo, que el que haya mirado a alguien con deseo, aunque no materialice ese deseo, ya ha cometido adulterio en su corazón.
También el Señor habla en el Sermón de la Montaña contra el divorcio y a favor de la indisolubilidad del Matrimonio Cristiano. No es lícito divorciarse y volverse a casar. Y basado en esto la Iglesia no ha permitido, ni permite la recepción de la Comunión a los que se encuentran en esta situación irregular, pero sí los invita a asistir a la Santa Misa, a orar, e inclusive a hacer obras de caridad y a participar en algunas actividades de la Iglesia, invitándolos siempre a pedir la gracia de regularizar su situación.
Para aclarar muchos comentarios sobre cambios de disciplina en la Iglesia para los divorciados y vueltos a casar, el antes Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Cardenal Gerhard Müller, afirmó que “la exhortación apostólica Amoris laetitia no contradice la enseñanza católica sobre el matrimonio ‘como una unión indisoluble entre un hombre y una mujer’, y por ello alentó a leer este documento en su conjunto para evitar confusiones” .
Juzgados estos exigentes preceptos del Señor con mera sabiduría humana, es imposible comprenderlos y cuesta mucho aceptarlos. Pero si el cristiano se deja penetrar de la Sabiduría Divina, podrá ser verdaderamente feliz y prepararse para disfrutar lo que Dios nos tiene preparado, algo que no podemos ni imaginar. Así lo describe San Pablo: “ni el ojo lo ha visto, ni el oído lo ha escuchado, ni la mente del hombre pudo siquiera haberlo imaginado”. (1 Cor 2, 9)
En vez de pensar que los preceptos del Señor son imposibles de cumplir o demasiado difíciles, es preferible orar con las palabras del Salmo 118: “Muéstrame, Señor, el camino de tus leyes y yo lo seguiré con cuidado. Enséñame, Señor, a cumplir tu Voluntad y a guardarla de todo corazón”. Amén.
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