Los contactos y el velorio. La presencia en el país de altos dignatarios del presidente de los Estados Unidos para sostener una directa entrevista con nuestro mandatario Nicolás Maduro, se debe considerar como uno de los más históricos y trascendentales capítulos en el proceso de normalizar las relaciones entre estas dos naciones. Y es que el gobierno americano ha entendido no solo la necesidad de tener dinámicas vías de comunicación, sino que igualmente, después de largos años, ha verificado la improvisación con que se han manejado algunos sectores de la destartalada oposición. Venezuela, bajo la conducción del presidente Nicolás Maduro, ha sido sometida a todo un verdadero acoso y donde las sanciones, el bloqueo buscaban quebrantar la dignidad y resistencia que palpita en todo un pueblo y someternos a la humillante sumisión de instrucciones foráneas. Por ello es que este encuentro exhibe la sensación de que será positivo para nuestra patria. Este acercamiento pudiera convertirse en el restablecimiento de las relaciones económicas que vendría acompañado con el sensato levantamiento de las sanciones. Es igualmente la restitución de las necesarias relaciones diplomáticas, independientemente de ópticas y posturas ideológicas. Con la activación en nuestro territorio nacional de los consulados, con la reapertura de los vuelos comerciales se garantizará el cese del irreflexivo aislamiento al cual trataron de someter a nuestra nación. Pero esta decisión del gobierno norteamericano trae en sus alforjas el poder aplicar, con santos y sagrados óleos, la extremaunción de la impúdica “ficción interinante”. Ya se escuchan desde Madrid, Miami o Bogotá los estridentes alaridos, los incesantes gemidos por parte de aquellos que hasta censuran esta iniciativa de los Estados Unidos de establecer dinámicos encuentros con la República Bolivariana de Venezuela. Los deudos simulando sufridas lágrimas son los que forman parte de la “ficción interinante”, los mismos 1600 holgazanes y gandules que se prodigaron saquear Monómeros, Citgo y la ayuda humanitaria. Por ello acudimos puntualmente al aguardado velorio y al observar el fúnebre escenario, convocamos a Cortázar “No vamos por el anís, ni porque hay que ir, ya se habrá sospechado; vamos porque no podemos soportar las formas más solapadas de hipocresía, cercioramos de la índole del duelo, y si es de verdad, si se llora, porque llorar es lo único que les queda a esos hombres y mujeres entre olor a nardos y café, los falsos deudos juntan desesperadamente el aliento, sintiendo que cueste lo que cueste deben mostrar que el velorio es de ellos, que solamente ellos tienen el derecho a llorar. Pero son pocos y mienten. En vano acumulan hipos y desmayos".